Montevideo, Uruguay
La casona que perteneciera al escritor y periodista Manuel Acosta y Lara (Montevideo,1880-1946), es una sobreviviente dentro de un marco histórico en un barrio que tuviera tanto protagonismo en la sociedad montevideana a principios del siglo XX.
Luego de haber pasado por tres manos y después de un largo período de abandono, esta casa de principios de siglo XX, fue recuperada por su nuevo propietario Gabriel Rodríguez Arnabal (San José,1990) quien con buen atino notó el valor de la misma y la salvó de la piqueta.
La casa da cuenta de un pasado aristocrático donde circulaban personajes como Julio Herrera y Reissig (1875-1910) y Roberto de las Carreras (1873-1963), hijo de Clara García de Zúñiga, por solo nombrar a algunos personajes que formaron parte de nuestra historia reciente con biografías tan documentadas.
Entrar al Palacio Acosta y Lara nos permite acercarnos al hábitat de algunos de estos personajes que habitaban en la zona.
El estado de la casa cuando Rodríguez Arnabal la adquirió, luego de mas de 10 años de abandono, era catastrófico .
Paredes desmoronadas, algunas otras roídas, carente de pisos, goteras varias, eran la razón que la misma fuera ofrecida a la venta como terreno para ser demolida y dar paso a una nueva construcción.
Para salvaguardarla, Rodríguez Arnabal conformó un equipo de trabajo compuesto por ebanistas, vitralistas y artesanos, y se ocupó de recuperar elementos que si bien no formaron parte de la casa, fueran de la época y estuvieran en sintonía con la construcción de época logrando un estilo fidedigno al original.
La refacción llevó 3 años a partir de un esfuerzo titánico en el sentido de que varios de los oficios que la casa requería para su recuperación, prácticamente han desaparecido.
La casa compuesta por cuatro pisos, data de 1924 y fue diseñada por Armando Acosta y Lara, hermano del propietario, a quien le solicitó que tuviera algunos detalles esotéricos en virtud de su gusto personal.
Es así que la casa mas que una vivienda, resulta una gran escenografía teatral de carácter tenebroso, que invita al espectador a incursionar en oscuros detalles simbólicos que dan cuenta del deseo de su propietario, algunos de dudosa definición o comprensión.
Quien fuera su segundo propietario el Dr. Víctor Soriano, seguramente no haya respetado algunos de estos detalles y mucha información se he perdido.
A modo de ejemplo de los constantes detalles que habitan la casa, podemos citar el piso de ingreso donde se encuentra una estrella de Ishtar compuesta por ocho puntas, en honor a la antigua diosa sumeria Inanna, que representa el amor, la fertilidad y la belleza, elemento este último muy presente en toda la casa.
Actualmente la casa se encuentra para la venta y su estado no está acorde al gran esfuerzo que se hiciera en su momento.
Tanto la fachada como su hall de ingreso están en un estado que reclama atención y reparación.
Junto a un magnífico retrato de María Clara Rossi, se encuentra una pintura de grandes dimensiones la cual tiene una rajadura de 30 centímetros aproximadamente, lo que sumado a la falta de información de los guías quienes desconocen el autor así como su procedencia, no propicia el espíritu buscado a la hora de visitar la casa.
Ello, conjuntamente con la oscuridad de las salas de ingreso de carácter tenebroso, el cual acompaña el espíritu de la casa, no genera una buena impresión inicial.
La que fuera sala de lectura o escritorio, tiene sus altas paredes tapizadas de obras, varias de ellas en no muy buen estado, algunas colgadas torcidas, las cuales fueron adquiridas por su propietario actual desconociendo su procedencia, tampoco los nombres de los pintores (según los guías), no propicia la confiabilidad necesaria al visitante.
De ahí para adelante, cuesta mucho mantener la buena impresión que la casa se merece.
Este mismo detalle de obras con (in) procedencia se reitera en la escalera que conduce a la segunda planta, también mal expuestas y varias torcidas, algo que resulta tan fácil de corregir unos minutos antes de que ingrese el público.
La sala principal, de amplias dimensiones está revestida por obras de Rita Fischer y una escultura de Margaret Whyte.
El alhajamiento de la casa no denota un buen criterio en la selección de las obras y piezas. Para un coleccionista, como es mi caso, amante de las casas que denotan pasado histórico, es inadmisible, pues detrás de ello ha habido un gran esfuerzo de reconstrucción para mantener la casa en pie.
El hecho que se pretenda mantener las salas en penumbras, no quita que pueda tener ases de luz así como detalles de luz espacial que no entorpecerían el espíritu de la casa. Ello sumado a algunas piezas deterioradas y sucias amontonadas en rincones, no permiten el vínculo que la visita necesita para una completa comprensión en armonía con la casa.
Un elemento a favor de la casa y en sintonía con su recuperación son los baños que mantienen sus cerámicas y lozas originales, aunque se pudo ver en unos de ellos, elementos de aseo personales de los funcionarios, que desmerecen el lugar.
Los detalles arquitectónicos son muy buenos, ya sean pisos, molduras o cerámicas, pero el alojamiento en general, no está a la altura que la vivienda museo se merece.
El que fuera el jardín de invierno coronado por una fuente central, cuenta con luz natural que ingresa a través de un fantástico vitral.
Está revestido parcialmente por cerámicas de Talavera de la Reina, sin embargo dista mucho de ser un jardín con solo dos macetas con plantas secas y rincones a los que le falta limpieza.
Llama la atención asimismo, los toilettes que se hicieron para el público los cuales no respetan las líneas de la casa, asemejándose mas a baños de edificios públicos.
La cocina, la cual debería de contar con gran protagonismo, no existe y fue seccionada achicando su espacio para dar espacio a un depósito.
La planta alta es la zona mas genuina del edificio, sin embargo hay varios detalles fácilmente subsanables como los acolchados, los almohadones y otros elementos que desentonan con el espíritu de la casa.
Está revestida por obras de artistas contemporáneos que también se ofrecen a la venta.
Juan Burgos, Manuel Rodríguez (hermano del propietario) en su mejor época, los magistrales dibujos de Gonzalo Delgado, Margaret Whyte, Alejandra Baltar Lapido y Alejando Palomeque, son algunos de los artistas reconocibles.
La iniciativa de todo el equipo que se ocupó de recuperar la casa es digna de admiración, pero la misma requiere revisar estos detalles que mencionamos para lograr la excelencia que se merece.
El destino del Palacio Acosta y Lara es incierto. Tal vez lo mas acorde para mantener su estilo original fuera un “petit hotel” para alojar a personas interesadas en comulgar con el pasado de la misma, donde tengan la posibilidad de disfrutar del jardín, así como de sus salas de dispersión y lectura, y donde también se pudiera ir a tomar el té.
Palacio Acosta y Lara – Buenos Aires 363 – Montevideo – Previa coordinación telefónica
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