Museo Larco

Lima, Perú.

Hace mucho que no lo visitaba y me cuestioné ir en virtud de su ubicación tan alejada.

Desde que uno pone un pie en su entrada se traslada a otro tiempo no relacionado con el tiempo sino con la dimensión.

El edificio rodeado de un magnífico paisaje nos genera esa otra atmósfera.

Ya dentro su colección tan bien escogida en las proporciones adecuadas para tener una idea de su propósito sin empacharnos ni marearnos.

La disposición de las salas, piezas así como su recorrido nos facilitan el deleite.

El jardín es también una obra de arte. Luego una cafetería, un restaurante amén de la tienda con libros y artesanías complementan el paseo.

Me sentí muy a gusto además de haberlo recorrido solo sin público alrededor. Fui acompañado conversando con las almas de su moradores.

Valió la pena llegar hasta allí.

Las comparaciones son “odiosas” pero nos ayudan a comprendernos y es que en el Museo del Oro más allá de su temática bélica que no es de mi agrado nunca me siento cómodo por la cantidad de obra amontonada que no me permite comulgar con el ambiente.

El Museo Larco es suficiente y si quieres ver más, puedes acceder a su depósito donde vitrinas vidriadas de piso a techo atiborradas de obra debidamente clasificada.

Pero no fue necesario verlas.


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