Mónica Packer

Montevideo, Uruguay.

A la hora de opinar sobre las obras de los artistas que me consultan con asiduidad, siempre les digo lo mismo: redacta con el alma.

Difícilmente nos podamos equivocar cuando nuestras obras de arte dan cuenta del convencimiento con el cual se aborda una temática.

Ser consecuente en la carrera de un artista es lo que lo hará preservar en el tiempo independientemente de los formatos que utilice.

Mónica Packer (Montevideo, 1960) es una artista con una larga carrera dentro de las artes plásticas principalmente volcada a embellecer espacios con obras coloridas con ritmo y sin mayor compromiso que ello.

También ha incursionado con el mismo afán dentro de la cerámica logrando piezas armónicas, bellas que dan gusto usar en el diario vivir.

Sin embargo Mónica no es solo eso. Debajo de todo esa paleta colorida y complaciente habita una mujer con sentimientos profundos y conocimiento de causa.

Sus espacios abstractos llevados a cabo con suma delicadeza y con tenues colores nos conducen a transitar dentro de una dimensión desconocida, complaciente a la vez que intrigante.

La obra que presentara en 1999 en la Nueva Congregación Israelita de Montevideo, dio cuenta de su gran potencial.

Una instalación titulada “El Muro de los Lamentos” llevada a cabo con jabones la cual aludía a los asesinados durante la Shoá, haciendo uso de dos términos que la artista prefiere usar en lugar de fallecidos y Holocausto.

En esta ocasión Packer está llevando a cabo la que sin dudas es la mejor muestra de arte que ha presentado.

Se trata de un homenaje a su padre que ha plasmado con mucha paz y por encima de todo con mucha luz.

Esta temática le ha dado la posibilidad de demostrar la riqueza artística al abordar una instancia tan personal a la vez que dolorosa.

Mónica viene abordando el tema desde 2008 cuando trabajó en el Proyecto Shoá con una obra sobre los niños de Terezín.

Luego viajó en 2009 a Yad Vashem para estudiar, momento en el cual su padre comenzó a exteriorizarse mediante palabras lo que fuera su calvario durante la Shoá.

En 2023 y luego de unos años de fallecido su padre, Mónica juntó coraje y viajó a Polonia con un grupo de compañeros para tomar contacto con los vestigios de lo que fue esa sangrienta y cruel catástrofe llevada a cabo por los nazis.

Ese vínculo táctil que Mónica tuvo oportunidad de palpar visitando campos de exterminio, despertaron en ella la necesidad de honrar a su padre.

A partir de su riqueza artística también logra homenajear a todos los padres que padecieron ese calvario, tanto a los sobrevivientes como a los que perecieron bajo el exterminio judío que se llevó a cabo durante el gobierno de Hitler.

“Vidas” se trata de una muestra inaugurada el 05 de setiembre en el Museo Nacional de Artes Visuales. Está dividida en tres partes que relatan la vida de su padre Silvio “Jimmy” Packer ciudadano rumano-húngaro nacido en Nasaud, Rumania, zona de Transilvania, el 25 de diciembre de 1925.

En junio de 1944 los nazis invadieron Hungría y Rumania y fue deportado a sus 19 años junto a su madre, su hermana y su abuelo a Auschwitz-Birkenau. Su padre había sido deportado con anterioridad.

Luego de finalizar la II Guerra Mundial Jimmy emigró hacia Uruguay donde ya residían algunos familiares suyos, donde contrajo matrimonio y tuvo tres hijas.

Los años de cautiverio fueron muy pocos en relación a la larga vida que tuvo Jimmy quien falleció en 2017 a los 91 años, sin embargo ese calvario lo soportó durante el resto de su vida con el peso que ello implica.

El sector destinado a la vida de Jimmy antes de la guerra tiene un abordaje muy universal si que quiere, pues junto con su casa perdió todos sus objetos y recuerdos de su niñez, razón por la cual Mónica debió tomar prestadas fotos de amigos de la época en blanco y negro que luego coloreó a mano, logrando un tributo a todos aquellos que padecieron la atrocidad de la guerra y de la Shoá.

Titulado “Eramos felices” este sector es el mas reducido de los tres. Jimmy se mantuvo callado durante 50 años hasta que un día instado por Mónica comienza a relatar su vida en Hungría.

La parte mas amplia y desgarradora está destinada obviamente a los meses en que Jimmy estuvo en cautiverio.

Para ello Mónica extiende una serie de obras tapizando la larga pared con obras llevadas a cabo con distintas técnicas donde también recurre al zurcido a raíz de que su padre se desempeñó como sastre.

Mas allá del dolor con el cual nos acercamos a esta exposición con conocimiento de causa, Mónica ha logrado una obra sutil, poética donde el rencor es ladeado cediendo paso a la paz.

Toda su muestra está llena de luz, de serenidad, sentimientos con los cuales Mónica quiso despedir a su padre.

La artista no hace alusión a la cantidad de asesinados, tampoco exhibe imágenes provocadoras con alusión a los nazis. Su abordaje es una composición poética con el fin de honrar la vida de su padre.

Una obra de pequeño formato llamada “Marcha de la muerte” inspirada en un poema de Paul Celan (Rumania, 1920-1970), le ha dado la posibilidad de hacerle un guiño al artista alemán Anselm Kiefer (1945).

Kiefer no es judío, sin embargo por el solo hecho de ser alemán ha debido de cargar con la pesada cruz de la Shoá, razón por la cual dedicó gran parte se sus obras a abordar esa temática.

La tercera parte de la exposición está dedicada a los últimos años de Jimmy rodeado de su gran familia.

Recorrimos la muestra guiados por la artista junto con un grupo de estudiantes y compañeros del viaje que hiciera a Polonia.

Imposible no emocionarse a la vez de reconocer su afán artístico lo que de alguna manera le permite aproximarse al tema con sabiduría para abordar una experiencia de vida tan sufrida.

Una vez mas podemos afirmar que el arte es sanador y Mónica lo ha demostrado.

Mónica Packer se formó como artista en el taller de Mirta Nadal de Badaró, Félix Bernasconi, Guillermo Fernández y en el Club de Grabado.

Ha sido mencionada y premiada en varios concursos y salones nacionales e internacionales como el Premio Paul Cézanne, Coca Cola, Salón de Arte, La Paz, Bolivia; Salón Municipal, Salón Nacional, Salón B’nai B’rith y obtuvo el Gran Premio Ana Frank.

“VIDAS” está curada por Soledad Hernández y ocupa la sala 3 del Museo Nacional de Artes Visuales y se podrán visitar hasta el 10 de noviembre.


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