El retrato es el género mas antiguo dentro de las artes plásticas desde la aparición del arte como tal.
Si bien fue un formato que existió durante el período helenista, el retrato pictórico tiene cabida básicamente luego del cometido evangelizador que cumplió la pintura a partir del Renacimiento.
Desde ese momento el retrato va a ocupar un lugar protagónico logrando notoria importancia a partir del siglo XVI como símbolo de la pujante burguesía que lo demandaban como eficaz elemento para conformar un perfil social acorde a su riqueza y poderío fundamentalmente en los países bajos.
A partir de entonces, el retrato ha lidiado en forma permanente para ocupar un lugar dentro de los diferentes formatos.
La aparición de la fotografía en 1826 fue la prueba mas difícil que debió de pasar y sin embargo la venció con creces.
La razón de ello es que el valor del retrato no radica específicamente en el formato en sí, sino en el cometido que ha venido cumpliendo desde entonces.
Un buen retratista es una especie de psicólogo quien logra captar aspectos inherentes las persona que a simple vista nos pasan desapercibidos.
Desde la irrupción de la fotografía digital que ha invadido las redes sociales, podríamos haber vaticinado el fin del retrato dentro de la pintura y a pesar de ello el formato continua inmune.
Cabe tener presente, a modo de ejemplo, el British Petroleum Portrait Award que se celebra en forma anual en la National Portrait Gallery en Londres desde hace mas de 100 años el cual edición tras otra nos sorprende con retratos innovadores.
María Clara Rossi (Montevideo, 1944) ha sido retratista durante todo su larga carrera demostrando tenacidad y convicción en el formato.
La conocí en el taller de Hugo Longa donde ambos íbamos dentro del mismo horario.
La primera obra que recuerdo suya fue un autorretrato de Rembrandt que copiaba con milimétricas pinceladas con el fin de meterse de lleno en el formato y aprender de los grandes, respuesta que me diera frente a mi asombro.
Desde entonces, y hace mas de 40 años, María Clara no ha dejado de trabajar pintando siempre rostros los que encara de perfil, parcialmente o de frente.
Para ello le gusta escoger sus retratados personalmente.
Les toma ella misma una fotografía con un simple click y sin mucha técnica y desde allí comienza su trabajo.
A lo largo de su carrera y luego de varias exposiciones, sus obras nunca me han decepcionado. Al contrario, cada vez me sorprende mas con un nuevo enfoque, una plasticidad particular, una variedad de sutiles líneas para componer la cabellera, así como una composición de materiales que utiliza casi que de modo de nuevas técnicas de maquillaje.
Pinta con pincel pero no deja de lado la espátula cuando es necesaria.
En algunos casos el empaste que utiliza logra sobre salir del lienzo aspecto mas visible cuando lo observamos de perfil.
Esa multiplicidad de ingredientes con los cuales compone sus retratos la llevan en algunos casos a escoger personas con rasgos particulares, cortes de pelo, así como piercings y demás elementos que le permitan “chivear” con sus pinceles.
La particularidad que María Clara busca es la confrontación que sus retratos logran cuando el espectador los enfrenta mismo aunque fueran perfiles en lugar de frentes.
La artista invierte el rol del lienzo pues sus obras consiguen intimidar al espectador el que se convierte en el observado.
Se nos hace difícil mirar de frente por un largo rato a sus personajes que parecieran nos estuvieran escaneando o lo que es peor mirándonos sin vernos
Otro aspecto destacable en sus retratos es la variedad de maneras de plasmar la pintura y a medida que nos vamos acercando detectamos sutiles detalles que desde la distancia estética son imperceptibles.
Disfruta haciendo uso de diferentes elementos pictóricos y no deja de echar mano a brillos cuando la obra lo requiere.
Actualmente María Clara está llevando cabo una muestra en Fundacion Iturria compuesta por cinco lienzos de gran formato (180 x180 cm) y otro de menor dimensión.
La muestra titulada “Elementos intangibles” cuenta con la curaduría de Catalina Bunge quien ha logrado con acierto una gran efectividad en el colgado de las obras de la sala principal expuestas en forma diagonal.
De esa forma, las pinturas con fondos monocromos, bien contrastantes con la variedad de tonos de los rostros, pelos y accesorios, y ayudados por la iluminación, logran crear una atmósfera donde el colorido que emerge de los lienzos se apodera de toda la sala creando un ámbito sensorial compuesto por microorganismos pictóricos que flotan en el aire.
Desplazarse por las salas nos conlleva a una experiencia abrumadora en el buen sentido de la palabra, donde el espectador se convierte en el observado.
Los retratos, cuatro de frente y dos de perfil, están inspirados en un niño y mujeres integrantes de su familia y otras artistas amigas.
Estos retratos, aspecto recurrente en la obras de Rossi, logran transmitir aspectos inherentes a la personalidad de cada una mas que a simples rasgos físicos.
María Clara no para y siempre da gusto participar de sus propuestas.