MACUXI es otro pueblo aborigen abordado por Sebastião Salgado en su libro Amazônia.
Una de las tierras indígenas más antiguamente reconocidas de Brasil, el territorio Macuxi comenzó a ser demarcado en 1919, cuando el pionero del indigenismo brasileño, el mariscal Cândido Rondon, colocó un hito en la aldea de Maturuca.
Pero la historia que siguió fue la de una lenta usurpación: durante el siglo XX, los arroceros y ganaderos ocuparon progresivamente las tierras, primero como “préstamo”, luego por la fuerza, hasta llegar a expulsar a los indígenas de gran parte de su propio territorio.
A fines de los años setenta, los pueblos originarios habían perdido casi todo.
Vigilados, acosados por pistoleros de los hacendados, resistían en aldeas cada vez más pequeñas.
De ese contexto surgió, en 1980, el movimiento “Ou Vai ou Racha” —O te vas o te rompes—, una consigna de dignidad que encendió la movilización indígena y la lucha por el reconocimiento de sus derechos territoriales.
Cuando Salgado los visitó en 1998, las aldeas permanecían cercadas, controladas.
Su avioneta fue rodeada por hombres armados apenas aterrizó y les negaron el combustible. Era un territorio tomado, en el que la vida indígena apenas resistía entre alambrados.
Pero ya germinaba una nueva generación de líderes: jóvenes maestros que comprendieron que recuperar la tierra también implicaba recuperar la lengua, la cultura y el orgullo.
Esa generación fue la que, años después, conduciría la histórica victoria del pueblo Macuxi: el reconocimiento oficial de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol, firmado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2005, y ratificado por el Supremo Tribunal Federal en 2009.
Hoy, la Raposa Serra do Sol abarca 1.747.460 hectáreas y alberga a unos 26.000 indígenas pertenecientes a cinco pueblos: Macuxi, Ingarikó, Patamona, Taurepang y Wapichana.
Los primeros cuatro forman parte del gran grupo Pémon, hablantes de la lengua Karib, la misma raíz lingüística que da nombre al Mar Caribe.
Los Wapichana, en cambio, hablan Aruak, una lengua que proviene de Centroamérica.
El territorio se extiende entre dos geografías contrastantes: al sur, las sabanas del Lavrado (70% del área), y al norte, las zonas montañosas cubiertas de selva (30%).
En ellas se alza el Monte Roraima, uno de los accidentes naturales más imponentes de Brasil, ubicado en la triple frontera con Venezuela y Guyana.
Su cima plana —una tepui, formación geológica entre las más antiguas del planeta— alcanza 2.810 metros sobre el nivel del mar.
Las lluvias permanentes que bañan sus paredes dan origen a las cascadas que descienden por sus laderas, como si la montaña misma respirara.
Estas fotografías, tomadas por Salgado en su visita en 1998, registran ese momento decisivo: el inicio de la recuperación territorial y espiritual de un pueblo que, a fuerza de memoria y resistencia, logró volver a habitar su propia tierra.

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