Montevideo, Uruguay.
Cada taller encierra un mundo aparte, un refugio donde los artistas anidan evadiendo la otra realidad que les toca afrontar.
Agradezco cuando soy invitado a compartir esos ámbitos tan únicos y personales donde ingreso en punta de pie y con el respeto que se merecen.
Un taller es una especie de conciencia, de cosmología única de cada artista.
Jorge Aramendía Payssé (Montevideo, 1970) tiene su atelier junto a las salas de exposición de la empresa Taller Artístico Tammaro especializada desde 1888 en la confección de piezas de metal como esculturas, medallas, insignias y grabados.
Ambos no podrían haberse complementado mejor.
Jorge es un pintor con una temática encallada en el pasado fundamentalmente, con un sesgo muy particular rescatando instancias muy personales de la historia de nuestra nación.
Al ingresar al lugar, escaleras arriba, nos recibe un enorme mural que hace alusión a lo que fue el acontecimiento mas heroico que ha tenido nuestro país y donde sin dudas radica nuestra esencia, la idiosincracia si se quiere que define nuestra orientalidad.
El mural titulado “Éxodo del Pueblo Oriental cruzando el Río Uruguay” fue pintado entre 2020 y 2022 y tiene 7 por 2,65 metros de extension.
Casi 19 metros cuadrados donde Aramendía ha llevado a cabo un relato minucioso cargado de emotividad.
En el mismo el pintor ha plasmado a toda su familia incluyendo un autorretrato muy alineado a la manera de los grandes pintores del pasado a partir de lo que fuera el Renacimiento.
Para ello realizó oportunamente un paneo del lugar mediante el uso de un dron para poder plasmar con exactitud y así transmitir con la mayor veracidad posible la proeza de nuestro pueblo donde en octubre de 1811 guiados por José G. Artigas (Montevideo,1764-1850), casi 5000 personas se unieron a la caravana del ejército del prócer para evitar ser conquistados por los portugueses.
Este mural es una narrativa compuesta por la flora y fauna del lugar, cargada de relatos personales de cada migrante, donde la mirada del espectador va pausándose para poder de esa forma encontrar sentido en semejante proeza cargada de esfuerzo, dolor y hambre y donde tantas personas perdieron sus vidas por lo que luego sería nuestro país.
La pintura tiene un tiempo, un devenir en constante movimiento, donde podemos incluso oír el sonido del rugir del río al chocar con las ruedas de los casi mil carruajes que lo surcaron.
Instancias de miedo pero también de amor y convencimiento componen este relato.
Sinceramente podemos apreciar a través de este mural, la magnitud de lo que fue esta acción que muchas veces se nos escapa a nuestro entender.
El hambre está muy presente y remarcado en los cuerpos de los bueyes que Aramendía representa prácticamente a través de sus composiciones óseas, un recurso que lo distingue y lo vincula con el Guernica donde Picasso también plasmó el dolor del pueblo vasco a partir de la representación de toros y caballos apesadumbrados.
Asimismo, este particular pintor, da vida en otras telas a escenas rurales tanto del pasado como del presente con pinceladas cargadas diversos colores divergentes y en formas curvilíneas, donde radica el meollo de sus obras.
Otro aspecto a resaltar son las peculiares manos de sus retratados similar al encuadre que les diera a sus personajes Oswaldo Guayasamín (Ecuador, 1919-1999).
Asimismo son muy particulares los enfoques desde diferentes ángulos de las secuencias que Aramendía representa, todo lo que denota el grado de conocimiento que ha logrado a lo largo de su carrera.
Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes y con una constante curiosidad y ahínco, el pintor se ha ocupado de poblar sus bastidores con una forma muy personal para plasmar los tópicos abordados.
Su impronta dista de lo que podríamos definir como arte contemporáneo pero Aramendía cuenta con los recursos esenciales para logarlo, si es que es de su interés.
Me dio mucho gusto conocerlo y quedamos en reunirnos en una siguiente charla.
Tammaro: Juncal 1429
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