Montevideo, Uruguay.
Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949) ha sido uno de nuestros mas destacados pintores. Tuvo mayor repercusión en toda América que en Uruguay mismo pues fue quien trajo la vanguardia europea a nuestro país desde donde la irradió hasta los Estados Unidos influyendo en artistas como Louise Nevelson, Jean Michael Basquiat y David Smith, entre otros destacados.
Partió con su familia hacia España cuando tenía 17 años desconociendo sus inquietudes artísticas pero Barcelona con su arte efervescente y el impulso de su madre que lo veía dibujar, lo condujeron a recorrer ese camino que le dará notoriedad internacional.
Siempre atento a otros artistas y con buenos profesores como Pierre Puvis de Chavannes (Lyon, 1824-1898), fue abriéndose paso dentro del ámbito artístico.
Ello sumado a la puja proveniente del galerista Joseph Dalmau (Manresa, 1867-1937), le propiciaron notoriedad en el medio.
Luego vendrán sus viajes por el resto de Europa, New York y París fundamentalmente donde logrará definir su carrera.
Frecuentó a Rafael Barradas (Montevideo, 1890-1929) estrechando una cercana amistad quien sin dudas será siempre nuestro artista número uno. Barradas fue el creador del movimiento Vibracionista del cual Torres García también beberá de sus aguas.
Entre 1920 y 1922 Torres García y a instancias de Pablo Picasso quien lo veía desanimado, se traslada a New York donde ademas del desarrollo de sus juguetes los que gustaron mucho pero no lo condujeran a éxito alguno, se manifestará provocado por la vibrante urbe neoyorkina haciendo uso de la corriente de Barradas.
Nueva York ya era tierra conquistada por Marcel Duchamp y allí Torres García no encontrará acogida alguna entre los coleccionistas por mas relacionado que estuviera.
De Estados Unidos y una vez mas desanimado, se regresa a Europa desconociendo que París lo esperaba de brazos abiertos donde encuentra la oportunidad de destacarse a nivel internacional.
Allí en Francia donde permaneció ente 1924 y 1933, conoce a Theo van Doesburg (Utrecht, 1883-1931) y al holandés Piet Mondrian (Amersfoot, 1872-1944), con quienes logra su destaque dentro de la vanguardia.
En 1929 funda la revista “Circle et Carré” de la mano del crítico de arte Michel Seuphor (1901-1999), lo que lo lleva a convertirse en uno de los maestros de arte mas importante de París de esos años relacionándose con artistas como Vassilly Kandinsky, Fernand Leger, Walter Gropius, Hans Arp, Julio González, entre otros.
Torres García fue uno de los fundadores de un movimiento exclusivamente europeo el que surgió en las primeras décadas del siglo XX el cual se llamó Movimiento Moderno.
Razones que aun no se terminan de definir claramente, lo llevaron en 1934 a regresar a Montevideo, previa parada en Barcelona, donde vivirá hasta el final de su vida.
Si bien desde Uruguay propagará todo el modernismo, está claro que si hubiera permanecido en Europa, su carrera hubiera tenido mayor reconocimiento internacional y sin dudas mejores cotizaciones.
Había vivido 43 años afuera del país y regresó con toda su familia incluyendo a quien se convertiría luego en su yerno, el destacado escultor Eduardo Díaz Yepes (Madrid, 1910-1978).
Uruguay era un país totalmente diferente al que había dejado cuando su padre había decidido regresar a Cataluña por falta de posibilidades laborales.
En Montevideo y bajo su postura de gran maestro europeo, fue muy resistido a la vez que envidiado.
Su rigurosidad y severidad a la hora de enseñar en su taller no eran aspectos fáciles de soportar. Montevideo era tierra de Jose Cúneo (Montevideo, 1887-1977), artista que transitaba por otro camino habiéndose también formado en Europa.
Una vez instalado en Montevideo, Torres García se ocupó de divulgar su postura artística e intelectual. Dio clases en la Escuela de Artes Plásticas, en la Facultad de Arquitectura dando mas de 500 conferencias en espacios como el SODRE, la Asociación Cristiana de Jóvenes, el Ateneo y la Facultad de Humanidades. Fue a partir de una de ellas a la cual asistió Carmelo Arden Quin (Rivera, 1913-2010), quien quedará provocado y que luego de instalarse en Buenos Aires comenzará su carrera también de trascendencia internacional como fue el Arte Madí.
Ubicado en Montevideo Torres García también creará el movimiento denominado Universalismo Constructivo, orientado a crear la Escuela del Sur.
Su ideograma llamado “Nuestro Norte es el sur”, donde da vuelta el mapa de América, denota un nuevo comienzo en su carrera con pensamientos socialistas a la vez que un tanto utópicos, dentro de una ciudad que va comenzando a redescubrir con ciertos rasgos parecidos también a la portuaria Barcelona aspectos que le animan.
Al celebrarse el 150 aniversario de su nacimiento, el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), le está rindiendo homenaje en su sala principal destinada a albergar muestras temporales, en una exhibición que no le rinde el homenaje acorde.
Era desear que la exposición fuera mas interactiva, mas acorde a las formas expositivas de hoy día, mas de cara a provocar nuevas relecturas a los jovenes y no a través de un colgado muy convencional y aburrido.
Una pena que el MNAV habiendo llevado a cabo una muestra tan provocadora y eficaz como la rendida a Pablo Picasso, no haya transitado dentro de un esquema similar.
También hay otras formas de exhibir con mayor repercusión como podría ser emulando el caso del Museo de Arte de San Pablo, donde las obras son exhibidas en soportes diseminados por toda la sala pudiéndose ver también el reverso de las obras, donde también radica información relevante de las obras. El hecho de provocar al espectador un recorrido personal que requiera decisión propia a la hora de transitarla, es una forma mas actual y eficiente para revitalizar obras del pasado.
Torres García no ha logrado aun a los 75 años de su partida una exposición que lo posicione en el podio que se merece en su propio país.
Ha logrado mejores muestras en el exterior que en Montevideo sin dejar de mencionar el triste trazado del museo que lleva su nombre, decepción total para los extranjeros, también para los uruguayos, cuando vienen buscando apreciar sus obras.
Dentro de la muestra llaman la atención amén de las obras conocidas, el homenaje que le hiciera Rafael Barradas en el collage de acuarela “Naturaleza muerta con carta de Torres García” de 1929, así como una obra tardía figurativa de Torres García muy atípica de acuerdo a su evolución como le es “Concierto en el SODRE” de 1942, donde da vida al escenario de la sala con el público atento a la actuación de una orquesta, pintura que por cierto nos lleva a recordar las obras de Bruno Widmann (Montevideo, 1930-2017) recientemente expuesto allí mismo.
No resulta tampoco enriquecedor que las obras de sus alumnos estén colgadas en espacios laterales de la sala principal del Museo en planta baja.
Actualmente y desde hace varios años que es de estilo que las obras sean expuestas a través del diálogo y la confrontación entre las mismas, aspecto que se podría haber logrado en la sala a partir de un entramado de paneles similar al utilizado en la exposición de Picasso donde también hubiera estado atinado exhibir algún video, soporte que se alínea con las actuales propuestas.
Otro aspecto no menor es la falta de obra alguna de su hijo Horacio dentro de sus alumnos exhibidos entre los que figuran AugustoTorres, Alceu Ribeiro, Manuel Aguiar, José Gurvich, Julio Uruguay Alpuy, Francisco Matto, Elsa Andrada (única mujer), Manuel Pailós y Gonzalo Fonseca quien fuera su mejor alumno logrando luego de la muerte del maestro una carrera internacional con un lenguaje propio.
Una pérdida de oportunidad para lucir a Joaquín Torres García tratándose de uno de nuestros principales artistas.
La curaduría estuvo a cargo de Enrique Aguerre, María Eugenia Grau y Fernando Loustaunau.
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