Bogotá, Colombia.
En un viaje que realicé a Bogotá, quedé muy bien impresionado con el chofer del taxi que me llevó desde el aeropuerto hasta el hotel. Al llegar a destino me dejó su tarjeta y me ofreció sus servicios para moverme tanto dentro como fuera de la ciudad. Llegado el momento de recorrer varias ciudades de los alrededores de la capital, lo contacté y luego de acordar el precio contraté sus servicios. Todas las mañanas me estaba esperando temprano en la puerta del hotel y hacíamos el periplo del día regresando a la noche para pernoctar en Bogotá. Es así que durante varios días recorrimos Zipaquirá, Paipa, alrededores del rio Meta, Chiquinquirá, Raquirá, Cobán, Villa de Leyva, Tunja entre otras ciudades.
De muy buen talante, predispuesto y educado fue interesándose en mis gustos a lo que me iba sugiriendo lugares fuera del circuito turístico. Es así que luego de recorrer los sitios de visita obligatoria que yo llevaba marcado, me llevaba a otros lugares de mi interés.
Tuve oportunidad de conocer talleres de artesanos proveedores de tiendas comerciales pudiendo escoger entre más opciones, mejor calidad y a mejores precios. La variedad de productos artesanales en Colombia es extensa y muy colorida. No en vano tienen una feria internacional anual donde se nuclean los artesanos para atender las demandas de los visitantes tanto locales como extranjeros que asiduamente llegan hasta allí. Intenté tener variadas piezas representativas de sus productos lo que no es fácil por la amplia oferta siendo todas de calidad.
En uno de los periplos, mi chofer me comentó que le gustaría llevarme a la hacienda que tenía su hermana no muy lejos de nuestra ruta debiendo desviarnos un poco. Reconozco que dudé en virtud de que Colombia hasta no hace mucho tiempo había sido un país no muy seguro. No comprendía que interés podría tener en que yo visitara el establecimiento. Luego de pensarlo un poco accedí y allá fuimos.
Al llegar, nos estaban esperando en la puerta su hermana con el esposo y su hija dándome la bienvenida con una linda sonrisa en sus caras.
Me ofrecieron convidarme con una arepa que la chica preparó en el momento junto con una ensalada al tiempo que su esposo exprimía unas frutas. Era media mañana y la situación era ideal para ello. No recuerdo haber probado una arepa tan sabrosa, a pesar de que a lo largo de los paseos veníamos experimentando varias compradas en la calle.
Durante la visita, en un charla distendida y muy amena, me fueron comentando sobre su emprendimiento de tenor ecológico con plantaciones de verduras, hortalizas y frutas. Recibían público interesado en ver el proceso fundamentalmente grupos de estudiantes.
Desconfiado y errado estaba esperando tener que abrir la billetera en la obligación de comprar algo que por cierto nunca vi pues no era esa la consigna. Hay veces en que nos cuesta comprender una entrega desinteresada del otro. Me agradecieron mi visita que pretendo con esta instancia homenajear.
Siempre estaré agradecido con este amigo que me enseñó tan amablemente y en forma generosa parte de su región así como las hospitalidad de su familia. Fue una gran lección de humanidad y generosidad desinteresada.



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