Entalpía onírica

José Ignacio, Uruguay.

Visitar la galería Otro Lugar situada en el corazón de José Ignacio es un deleite para todos los sentidos. Sin dudas, el valor agregado en el ámbito artístico, radica en la calidez de su directora Mamu Camacho quien viene avanzando paulatinamente dentro del mercado galerístico.

Camacho se ocupa de darle un toque personalizado a la selección de sus artistas, generando asimismo un vínculo entre las obras, creando una otra obra que da cuenta de su otro aporte dentro de su Otro Lugar.

En esta oportunidad Otro Lugar, está exhibiendo una exposición colectiva compuesta por la obras de dos artistas que con formatos artísticos diferentes, crean un dialogo que traspasa la escena objetiva, transportando al espectador hacia otra dimensión. Ese otro lugar hacia donde nos conduce la curadora, la propia directora de la galería, es donde habita la muestra.

El título escogido para esta colectiva, hace alusión a la entalpía, encargada de generar energía dentro de un sistema termodinámico, que bajo condiciones de constante presión produce, (absorbiendo y liberando), el espacio expositivo y sus visitantes.

Esa dimensión a la cual nos conduce la propuesta, está provocada por la variedad de elementos que componen la muestra compuesta por elementos escultóricos utilizados por una, y pinturas que la rodean, por otra.

Carmela Piñón, (Montevideo, 1985) , formada en el taller de Ignacio Iturria, se desempeña en el formato lienzo pintando con acrílicos y pigmentos.

La artista se expresa con magistral poética a través de sus paisajes oníricos, poblados o no, en algunos casos con personajes imaginarios que trascienden la escena.

Sus composiciones son claramente de tenor surrealista y transportan al espectador al tránsito de los sueños.

No existe relación entre el tamaño de su personajes y los espacios que ocupan lo que hace mas evidente su propuesta.

Si bien se expresa con mayor facilidad en los paisajes compuestos por entornos naturales poblados por flores, sus personajes de formatos pequeños tienen prestancia artística, realizados con rigor remarcando los rasgos de cada uno. Y es allí también donde radica su magia, pues obliga al espectador a cambiar el tenor de su mirada quien viniendo en un recorrido plácido, se ve obligado a realizar un alto exigiendo a su mirada otro rigor de análisis.

Carmela denota una clara formación artística que nos lleva a recordar los personajes de Pedro Figari o las propuestas de los surrealistas.

Claramente la presencia de Frida Kahlo anida en sus obras, pero su obra no solo se remite a ello.

Más allá de sus exquisitos y sutiles paisajes, existe una sensación perturbadora que también inquieta al espectador. Entre las matas de su entornos naturales, se percibe la existencia de algo más allá de lo aparente.

Sus plácidos entornos coloridos a tono, nos perturban y no nos permiten sumarnos a un relajado recorrido visual.

Las obras de Carmela no son definitivas dentro de su carrera.

Se percibe en la joven artista una búsqueda de algo que aun no logrado, pero su recorrido es grato, estimulante y alentador. Vale la pena apostar por su carrera.

Guadalupe Ayala (Buenos Aires, 1976) es una artista que viene pisando fuerte desde hace bastante tiempo con una madurez de obra que denota un manejo magistral en su formato.

Su sólida formación realizada entre Argentina y Uruguay, le permiten un manejo de obra que trasciende lo visual.

Para sus propuestas, la artista se vale de vajillas tanto locales como extranjeras que interviene con otros elementos mediante encastres de claro tenor agresivo, que penaran la pieza principal.

En algunos casos son muy sutiles, pero siempre generando una postura incomoda al espectador que se traslado a otros diferentes planos.

Sus obras son de tenor psicoanalítica. Nada es lo que parece y todo conforma otras realidades diferentes a lo percibido al golpe de vista.

Sus esculturas deben de ser recorridas con una mirada a modo de tacto visual. Asimismo en algunos casos, las piezas invitan a ser tocadas con las manos, buscando la agresión provocada por las puntas filosas que perforan nuestra emotividad.

Son piezas que deben de ser escaneadas en forma envolvente a la vez que las mismas nos van haciendo suyos.

La interpretación de sus obras es amplia, diversa, universal. Nadie deja de comprenderla aunque las interpretaciones sean diferentes.

Eso me lleva a relacionarla con una gran artista como fue Agueda Dicancro (Montevideo, 1930-2019), quien partiendo de una idea, generaba distintos escenarios y que nunca osaba contradecir las diversas opiniones de sus espectadores.

De hecho, Agueda le prestó atención a la obra de Guadalupe cuando esta última expuso en la sala menor del Subte, con una obra mayor como fue el caso de una mesa tendida plagada de piezas rotas con un manejo de la luz como pocos artistas lo realizan, aspecto que también es común en ambas artistas.

En esta oportunidad las obras de Guadalupe pueblan el espacio expositivo de la sala a modo de objetos unitarios, pero el foco de la muestra es una mesa tendida para dos personas quienes ocupan las cabeceras a modo imaginario representados por los cubiertos.

En el centro de la mesa, una enorme acumulación de elementos destrozados. También podríamos decir “rotos”, pero no se lograría el mismo efecto.

El destrozo tiene otra connotación y está producido intencionalmente, por la furia, por el desazón de cada comensal, quienes han construido un muro que los une a la vez que los divide.

Asimismo las piezas emergen de la tierra negra, elemento que da cuenta de la vida, del ciclo de la vida, del nacer así como del morir, elemento recurrente en las propuestas de Guadalupe.

El blanco inmaculado del mantel, los cubiertos junto a los platos que ocupan prolijamente los lugares de los comensales, contrastan con esa orgía de elementos que emergen de la tierra y que también han sido arrojados por cada uno de la pareja ocupe el plano de género que sea.

Un detalle no menor, es que si bien los platos son iguales, hay uno que se encuentra roto con el cual la artista se identifica. “No estaba pensado que fuera así”, comenta Ayala, pero en el momento del armado, se rompió y así quedó.

A Guadalupe le gusta trabajar también “in situ” dando cabida al accidente, pues sus obras son “site-specific”, diseñadas y armadas para un lugar en particular. También sus obras podrían ocupar el formato del video arte si se registrara el momento en que se realiza, dónde la artista se consustancia con el lugar y la situación.

Entre ambas propuestas se genera otra inquietud diferente a cada una de las presentadas por las artistas, habitando y poblando la sala de Otro Lugar. Ver la muestra sin gente, genera un otro valor agregado.

Otro Lugar: Camino Saiz Martiínez & Los Biguá – José Ignacio – Maldonado – Uruguay


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