Moore es un artista sobredimensionado que agobia por su insistencia.
En vida fue uno de los artistas más famosos y ricos del mundo.
Se trata de esos personajes que en vida se ocuparon de asegurar su legado y vivir eternamente a través de la presencia abrumadora de sus obras.
Es el Fernando Botero inglés.
Existe tanta obra suya distribuida principalmente en Londres y Gran Bretaña, que sus esculturas se ha invisibilizado. Cuando pasamos junto a sus obras, directamente no las vemos.
Es una moda que ni empieza ni termina en él. Actualmente hay varios artistas con ese consigna que se ocupan de estar en todos lados inclusive donando obra, como fue su caso. Es efecto actúa en forma contraria a lo planificado, pues los espectadores pierden la capacidad de asombro y de valorización propia.
Bien diferente a lo que ocurre con las obras de artistas que se van descubriendo paulatinamente sorprendiendo al espectador de diferentes épocas como son los casos de Johanees Veermer, Caravaggio o Goya por citar solo algunos, que cada vez logran mas cantidad de adeptos.
Henry Moore nació en 1898 dentro de una familia numerosa en una región que influyó en sus obras como lo fue Yorkshire, que también engendró tantos otros artistas de destaque dentro del Reino Unido.
Moore se ocupó de situarse dentro de la retórica artística inglesa que por cierto, a falta de artistas destacados, se lo permitió.
Inglaterra, a diferencia de su constante rival Francia, no se caracterizó por trascender a nivel internacional a través de sus artistas aunque fue cuna de corrientes como el impresionismo y el Pop Art que fueron engendrados allí.
La época de mayor ebullición artística en el Reino Unido a nivel internacional, se dio en el siglo XVIII con artistas como William Turner, Thomas Gaisnborough, John Constable y Joshua Reynolds. Luego debieron de esperar la llegada del economista e historiador de arte Nicholas Serota (Londres, 1946) al mercado del arte quien se ocupó de posicionar al arte contemporáneo británico en la primera línea a través de su trabajo en Whitechapel Gallery de Londres y luego al frente de la Tate a partir de 1988.
Henry Moore se interesó por la escultura desde niño. En sus inicios trabajó una obra clásica relacionada con las formas de la naturaleza, hasta que a partir de una beca que logró por su participación como voluntario en la Primera Guerra Mundial que lo llevó a viajar entre Italia y Francia. Allí descubrió las obras de los renacentistas fundamentalmente la de Miguel Ángel, a quién admiraba desde niño, pero el detonante de su inspiración la obtuvo a partir de la seducción lograda a partir de las obras de los mayas que tuvo oportunidad de apreciar en el Museo Etnográfico de Paris en 1924.
Precisamente quedó impactado por una figura de piedra precolombina llamada Chac Mool traída de México de Chichén Itzá, que le marcará para el resto de su vida.
De la misma forma que Picasso se dejó seducir para la estatua negra Vill del Congo que había adquirido Matisse, Moore encontró su fuente de inspiración en esta pieza en su postura de pseudo indiferencia. Mientras que la mujer mira hacia otro lado evadiendo la mirada del espectador, su cuerpo nos mira de frente y nos incita a recorrerlo no solo con los ojos sino con las manos.
Fue a partir de su regreso a Londres, donde Moore guiado por el gran crítico de arte y literatura Hebert Read (1893-1968), también proveniente de Yorkshire, experto e impulsor del Surrealismo en Inglaterra, lo impulsó, junto a otros artistas que vivían en la misma zona, al desarrollo de obras de carácter háptico, donde el valor estético hace hincapié en la incitación al tacto de la escultura.
Dentro de ese grupo también se encontraba una gran artista que ha quedado a la sombra de Moore, aunque fue la precursora del estilo de la escultura con espacios huecos en las piezas para dar entrada al entorno así como a la imaginación del espectador.
Barbara Hepworth (1903-1975), también proveniente de Yorkshire, se destacó como la artista que combatió la guerra con escudos cóncavos y convexos.
Se anticipó un año a Moore con los torsos esculpidos con espacios huecos creando esculturas de carácter abstracto.
Donde más se destacó Moore, a pesar de ser menos difundido, fue a través de los dibujos que realizara inspirado por las personas que se resguardaron en los refugios anti aéreos, donde también él debió protegerse con su esposa, cuando Londres fuera bombardeada por lo flota aérea de los nazis, momento en que su casa fue totalmente destruida en 1940.
A partir de ese momento se mudaron a Perry Green, la que fuera su casa definitiva ubicada en Hertfordshire, donde habitó hasta el final de sus días, y que hoy forma parte de su fundacion que creó con su esposa e hija en 1977, y que hoy funciona como un museo abierto al público.
Moore llegó a ocupar la presidencia de la Turner Society, siempre ocupado por la difusión del arte, más precisamente de la escultura.
Durante su última década de vida, realizó cuarenta exposiciones al año en promedio, incluyendo varias retrospectivas.
A pesar de haber amasado una gran fortuna, vivía modestamente destinando sus recursos a fomentar y difundir su obra a través de la creación de la fundacion que le permitió exonerar impuestos a la vez que la promoción de sus obras.




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