Esta semana abordamos la obra de Águeda Dicancro (Montevideo, 1930-2019).
Artista que logró posicionarse en un ámbito muy marcado por la presencia masculina como es el de la escultura. A pesar de su éxito internacional, optó por quedarse en su país donde vivió de su trabajo.
Alumna de Eduardo Díaz Yepes (Madrid, 1910-1978) con una capacitación en vidrio en México y luego de realizar un viaje a Estados Unidos junto con la crítica María Luisa Torrens, cambió radicalmente su temática adoptando un compromiso con la realidad social.
Una de las artistas mas profesionales en el manejo de su obra, dominó el uso de las instalaciones como ningún artista uruguayo lo ha hecho. De la mano de su amigo el arquitecto Cesar Barañano y de su sobrina Martha Cecilio logró siempre los elogios de la crítica en todas las ciudades en las que participó.
Representó al Uruguay en los principales escenarios artísticos del mundo como las bienales de Venecia, San Pablo, Porto Alegre así como en varias salas de prestigio nacional e internacional.
Atenta a todas las manifestaciones artísticas, era una espectadora asidua en las salas montevideanas tanto fuera teatro, danza, ópera, conciertos, entre otros. Siempre acompañando a los artistas en sus inauguraciones fue tan buena artista como persona y amiga.
Una pena que exista tan poca obra suya en espacios públicos para apreciarla. El Museo de Arte Nacional donde realizó su ultima gran muestra llamada Arborescencias en 2007, debería de tener obra expuesta en forma permanente que por cierto la tiene en su acervo.
Realizó una obra monumental en la Torre Antel la cual tiene muy poca difusión. Fuera de las colecciones privadas, es difícil ver obra suya y deberíamos de ocuparnos de que se mantenga viva a través de sus trabajos que por cierto son magistrales .




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