Marcos Aguinis hizo referencia a esta novela como una “obra conmovedora, llena de luz”, opinión con la cual concuerdo.
Me acerqué al libro sin haber tenido conocimiento previo sobre su historia. No había leído nada acerca del mismo. Tampoco había accedido a las entrevistas que suscitó al momento de su publicación en abril de este año.
Simplemente me propuse acercarme al escritor Ruperto Long (Rosario, 1952) , a quien conozco de otro ámbito, a través de su novela. Reconozco que al principio cuando me enteré de qué iba el relato, no le di crédito. ¿Cómo un autor uruguayo y tan joven en relación al hecho tratado en el libro puede tener conocimiento acerca de lo sucedido en la II Guerra Mundial ?.
Con todo lo que hemos leído al respecto, mi postura era un tanto aséptica como para poder considerarlo.
El elemento detonador fue cuando coincidí con el autor y su esposa en un concierto en el Teatro Solís y me comprometí a leer su libro y darle mi parecer.
Poco a poco me fui adentrando en la historia pero ya en la primeras carillas me sentía atrapado y seducido por el relato. El primer paso del éxito de la novela estaba dado: el libro tenía enganche. Al momento de comenzarlo seguía sin saber que la historia estaba basada en hechos reales y a medida que fui avanzando, comencé a averiguar un poco sobre los personajes que intervenían.
La historia basada en hechos y personas reales, está relatada a través de las voces de treinta y cuatro narradores. Ya desde el vamos, se aprecia la innovación del autor. A veces no importa la historia sino cómo se cuenta y desde que ángulo se cuenta. Pareciera que ya está todo dicho sobre la II Guerra Mundial y el Holocausto, pero Ruperto Long , nos habla de la guerra, precisamente sobre historias del exilio de una familia judía huyendo del ejercito nazi, con la composición de varias historias que se van entrecruzando entre sí.
Una de estas historias parte desde nuestro país, ya que tres de los treinta y cuatro relatores son uruguayos, quienes llegaron a Europa como voluntarios a la Legión Extranjera francesa pues se ofrecieron para luchar en la II Guerra Mundial a favor de Francia. Cabe destacar la participación de Domingo López Delgado quien recibiera una condecoración en 1964 por parte del presidente de Francia, Charles de Gaulle en su visita oficial a nuestro país.
-Fui a la guerra arrastrado por mi amor a Francia, madre de la civilización, y por mi amor a la democracia, – dijo Domingo López Delgado (Rocha 1917, Rocha 2012).
Al adentrarnos en las paginas de estas historias, podemos reconocer influencias de varios escritores lo que sin dudas denota que Long es un gran lector. La forma de narrar que Sandor Marai lleva a cabo en “La mujer justa” se aprecia también en esta novela, donde cada narrador va hablando de su parecer involucrando a los otros narradores de la misma historia. También el relato de las vicisitudes de la guerra a través de las historias personales me llevaron a recordar “Suite Francesa” de Irene Nemirowsky así como también “Los soldados de Salamina” de Javier Cerca cuando habla de los estragos de la guerra en las personas, sin hacer alusión a los combates. Todo lo que hace más meritorio al trabajo de Long quién está muy lejos de haber vivido experiencias de guerras como son el caso de estos autores.
Las historias que resultan simples relatos, se van tejiendo a partir de las voces de cada uno de los narradores y se entrelazan a modo de un compendio artesanal, hablando en términos de hilos, sin mayor esfuerzo, dando forma a una gran historia.
Resulta escalofriante adentrarse a la guerra a través de relatos de vidas personales de los involucrados, donde no se narran historias bélicas en campos así como tampoco en enfrentamientos. El campo de batalla está en la lucha diaria de algunos de sus personajes para sobrevivir día a día. Momentos de mucho silencio donde debían de cuidarse no solo de hablar, sino de estornudar o soñar en voz alta para no ser descubiertos como refugiados. Durante más de un año, tres familias entre las cuales se encontraban los protagonistas, debieron de convivir en una misma casa casi sin hablarse para que no los oyeran ni para ser delatados unos a otros.
La historia principal que da nombre al libro, se desarrolla entre Bélgica y Francia, donde una familia belga judía compuesta por un matrimonio y dos hijos, encubiertos por su aspecto “ario”, van huyendo de las tropas nazis pasando por Paris, Lyon y Grenoble.
Un recurso muy bien usado por el autor, es acabar cada capítulo con una frase que provoca el interés del lector por saber qué ocurrirá en el próximo como es el caso de: “ soñábamos con que allí tendríamos un nuevo comienzo. ¡ Qué equivocados estábamos! “
A la hora de dar participación a los personajes uruguayos, allí sí, Long se adentra en el campo de batalla, donde a mi modo de ver decae un poco la historia comparativamente con la relato central.
La pluma de Long es simple y conmovedora. En toda la historia va dando cuenta de su gracia para escribir con frases que denotan el oficio como novelista.
“ Allí, al abrigo de miradas indiscretas, me derrumbé por completo y dejé que las lágrimas – ¡tanto tiempo contenidas!- fluyeran a su antojo.”
Una excelente novela a considerar con una buena corrección ortográfica como es el caso de Aída Altieri sinónimo de calidad. Tal vez podría ser un buen guion para llevar a la pantalla grande rindiéndole homenaje al personaje central y su familia quienes desde 1952 se vinieron a vivir a Montevideo. La lucha del padre de familia para la sobrevivencia de su familia es conmovedora y digna de orgullo familiar.
Charlotte S de Grunberg quien fuera la niña que observaba los trenes partir, hoy día ocupa un cargo de relevancia dentro de la universidad de nuestro país. También estos tres combatientes uruguayos que se en listaron por su propia voluntad, son merecedores de un reconocimiento nacional.
La niña que miraba los trenes partir. 2016 – Ruperto Long. Aguilar




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