Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos.
Desde hace bastante tiempo que el contenedor es más importante que el contenido. Al menos a la hora de promocionar un museo sea de la temática que sea, el llamador primordial es el edificio, el arquitecto.
No en vano la arquitectura forma parte de las artes visuales.
Los emiratíes, siguiendo este modelo, en colaboración con el gobierno francés inauguraron en noviembre de 2017, la primer franquicia del Louvre en Abu Dhabi.
Enclavado en la Isla de Saadiyat, con 24.000 m2 de exposición, la sede emiratí construida por el arquitecto francés Jean Nouvel (1945) se yergue al borde del Golfo Pérsico con un techo de metal que simula ser un gran oasis y donde ya anidan variedad de pájaros que generan un toque complementario ideal para el visitante mientras lo recorre.
Compuesto por varios módulos cúbicos, algunos metidos en el agua, sectores que nos llevan a recordar a Venecia, el museo se ha convertido en un polo de atracción internacional.
Su construcción, su modelo, así como algunas obras como el retrato de Napoleón Bonaparte montando en su embravecido caballo, realizado por el parisino Jacques-Louis David (1748-1825) han sido motivo de varias discusiones y desencuentros pero firmes al propósito de unir el arte occidental con el oriental, el Louvre AD no para.
Si bien su volumetría externa impresiona por su tamaño, es un museo muy accesible para ser recorrido en un par de horas.
Varios museos de Francia han participado en el proyecto colaborando mediante el préstamo de las obras.
Metidos dentro y una vez que hemos procesado y admirado el edificio, llama la atención el modelo utilizado para exhibir las obras, casi se podría decir en perfectos escenarios que acompañan el espíritu de las obras. Tampoco se trata de numerosas piezas.
Es una selección de obras similares de diferentes regiones del mundo que comulgan entre sí en un perfecto diálogo aunque no hablen el mismo idioma.
De gran protagonismo son las paredes talladas con palabras de la americana Jenny Holzer (1950, Ohio).
Vale aclarar que el retrato de Jesucristo, obra de Leonardo da Vinci titulada «Salvator Mundi», rematada en 450 millones de dólares y atribuida a este museo, no figura expuesta y también se desconoce su paradero. Se trataría de la obra de arte de mayor valor económico pagada en el mundo que con posterioridad se discute tanto su autenticidad como su propietario. Es difícil de creer que Louvre AD que inauguró con obras en préstamo haya destinado semejante suma a una sola obra y que para colmo no se expone. Podría tratarse de un príncipe saudita que pretende ocultar su nombre seguramente para evitar herir sensibilidad del resto de sus familiares que no aprueban dicha compra.
También las rematadoras conceden 5 años para probar la autenticidad de la obra. Pasado este tiempo y si no se prueba lo contrario tal vez se la pueda ver exhibida en el museo.

















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