Mañana, ¡Levántese Azul!

José Gurvich: una paideia desvelada

Releyendo libros para complementar mis charlas me encuentro con esta joyita de catálogo escrito por Tatiana Oroño (San José 1947) que escribió en 2011 para acompañar una muestra colectiva de los alumnos del taller de José Gurvich (Lituania 1927-1974) en el Museo que lleva su nombre.

Me dio gusto pues a través del mismo tuve la oportunidad de acercarme al Gurvich más íntimo, más amigo y maestro término distante del de profesor.

Un trabajo capolavoro de Tatiana que felicito y agradezco.

Me dio nostalgia ver a algunos amigos que hoy ya no están entre nosotros como Gorki Bollar, Eva Olivetti, Raquel Orzuj, Enrique Gómez, Guillermo Fernández, así como valorar a otros queridos cercanos.

La instancia en que Gurvich sorprende a Eva Olivetti luchando con una naturaleza muerta género que no era de su predilección y a quien dice: “Eva, un cuadro se pelea!!!”.

Su libertad a la hora de enseñar me recordó mucho a nuestro maestro Hugo Longa que tenía la misma filosofía de guiar y de sacar provecho dentro del estilo de cada uno sin imponer otro diferente.

¡Qué gran profesor fue Gurvich!, cómo se percibe a través de estos relatos .

Luego de leerlo te quedas con pena de no haberlo conocido. Tengo varios amigos que fueron alumnos suyos que me dan ganas de hablar al respecto.

Ese acto de generosidad absoluta cuando en un par de horas vuelve a pintar un cuadro suyo del cual no podía desprenderse pero que tampoco quería que Linda Kohen dejara de tener a quien sorprendió regalándoselo.

Su espíritu artístico de ser ante todo una aventura espiritual por encima de la técnica. Primero la pasión, luego el refinamiento, el acabado.

Otra cosa que me llamó la atención es que se dejaba ver por sus alumnos mientras pintaba. Eso habla de una entrega sin límites.

Longa nunca nos permitió estar a su lado mientras pintaba y solo lo hacía los días en que no abría el taller a sus alumnos.

“Este está bien, puede enmarcarlo; a éste píntele por encima, no funciona”, recuerda nuestro querido y desaparecido amigo Gorki Bollar a quien visité unos meses antes de su partida en Amsterdam, momentos en que tuvimos oportunidad de rememorar recuerdos de su paso por el taller de Gurvich.

La sorpresiva visita que le hiciera a Ernesto Vila a las 3 AM para ver que estaba pintando sin darle oportunidad para “sacar lo malo” a la vez que Ernesto debía despertar a su novia que a criterio del maestro también le vendría bien “escuchar para aprender algo”.

Así como parte de la carta que Lilian Lipschitz le escribiera en 1965 dándole cuenta de la actividad de los “muchachos del Taller de Montevideo” en su exposición en el Jockey Club, a modo de hacerlo partícipe de la movida a pesar de que estaba de viaje entre Europa e Israel.

Un ser entrañable que forma parte de nuestro ADN artístico.

Es bueno ver cuanto sembró y cuanto florecimiento sigue produciendo no solo en nuestro país sino en otros como es el caso de Armando Bergallo radicado en Francia, Cecilia Buzio de Torres, viuda de Horacio, residente en New York al frente de una galería de arte, Clara Scremini también galerista en Paris, entre otros.

¡Enhorabuena Tatiana por esta recopilación de testimonios!


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