Cuando le concedieron el Premio Nobel en 2006 me ocupé de leerlo.
Tratándose de un escritor proveniente de lo que fuera el Imperio Turco, conllevaba una gran tentación amén del compromiso para quienes intentamos estar actualizados.
Orhan Pamuk, nació en 1952 en Estambul que si bien no es la capital de Turquía es la más importante y demandada a la hora de acercarnos a tomar conocimiento de ese país.
El Imperio Otomano supo dominar durante casi ocho siglos parte del sureste europeo, de Oriente Próximo y del norte de África así como parte de Europa Central y Oriental.
Seducido por todos esos aspectos además de que Pamuk ha realizado estudios de Arquitectura y Periodismo, habiendo pasado largas temporadas en EE UU, elementos interesantes en su conjunto que le generan mayor interés, me compré casi que de inmediato “Estambul: Ciudad y Recuerdos” publicado en 2006.
En el mismo el escritor recorre toda la ciudad a través de su vida así como la de sus ancestros, todo lo que resulta muy atractivo para revistar esa ciudad tan particular que se apoya entre Asia y Europa con el mar de Bósforo que actúa a modo de Celestina entre los dos continentes.
Recuerdo que se me hizo muy pesado y todas las expectativas que tenía puestas en el mismo, se me desvanecieron.
De todas formas no me arrepiento de semejante sacrificio pues me dio la oportunidad de estar actualizado.
También adquirí, provocado por la publicidad que le generó el Nobel “Me llamo Rojo” de 1998 y “El museo de la Inocencia” publicado en 2009, donde Pamuk ofrece una doble visión de la ciudad entre 1950 y 2000 época en que cambió de rumbo y se erigió en una urbe occidental.
A partir de ese libro el propio Pamuk se dedicó a construir un museo que diera cuenta de algunos de los aspectos abordados por él, el que se encuentra ubicado en el barrio estambulí de Cukurcuma.
Hay que tener en cuenta que los libros de Pamuk son “ladrillos”, aspecto que implica un gran compromiso a la hora de abordarlos.
No se leen solitos y demandan mucha atención y tiempo, además de que la mayoría de las veces sus novelas en toda su extensión no logran mantener al lector con el mismo grado de interés.
Luego de haber leído su biografía quedé exhausto y me he tomado mi tiempo para leer el próximo.
Cuando me deshice de varios libros de mi biblioteca para administrar espacio físico y también mental, consideré deshacerme de estos dos que no había leído aún, pero opté por dales otra oportunidad.
Acabo de terminar de leer “Me llamo Rojo” en lo que puede considerarse una tarea titánica.
Más allá de ser una novela policiaca donde descubrir al asesino actúa como enganche, tampoco logró seducirme y estimo que me va a llevar otros 15 años más abordar su próximo libro.
La historia de esta novela se desarrolla durante el siglo XVI donde el sultán desea inmortalizar su figura en un lienzo.
El elemento disparador de toda la intrincada historia se genera en que encarga su retrato a un grupo de ilustradores musulmanes para llevarlo a cabo sin tener en cuenta que la ley islámica lo prohíbe.
De esta manera, el aspecto que destaco y que justifica mi gran esfuerzo es que esta novela resulta muy pedagógica a la hora de comprender el arte oriental, precisamente el musulmán, aunque reconozco que hubiera preferido leer solo el resumen analítico sobre ello.
Comienza cuando uno de los ilustradores escogidos por el sultán es asesinado y desde allí se desarrolla la novela auscultando la personalidad de cada uno de los otros cinco integrantes quienes reconocen haber vendido el alma al diablo pintando bajo el estilo franco, lo que incluye el uso de la perspectiva así como el protagonismo del pintor quien se precia de su estilo propio y dando a conocer su autoría firmando sus obras.
Para los musulmanes el arte está al servicio de Dios y hay ciertos aspectos prohibidos a la hora de pintar.
Nada debe de superar a la creación Divina y todas las obras deben de estar al servicio de Dios prohibiéndose la manifestación individual de los pintores.
Cada obra debe de carecer de aspectos que denoten un estilo
propio lo que implicaría una postura de arrogancia frente a Dios.
Ningún artista debe de osar competir con el Todo Poderoso y mostrar el más mínimo detalle de su alma en las obras sería un pecado.
La pretensión de los pintores de ser creadores como Él es el mayor de los pecados.
El uso de la perspectiva surgida en Florencia en el siglo XV dentro de la corte de los Medicis, es para los musulmanes el mayor de los pecados, una tentación del diablo pues hace que el punto de vista de la pintura descienda del de Dios al de un perro callejero.
El artista tiene que estar al servicio de Dios y no presumir de sus virtudes si es que estas apuntan a sobre exaltar sus dotes personales con el ánimo de ser reconocido por su nombre o estilo personal.
La novela hace también alusión al papel que debían de cumplir las mujeres dentro de la sociedad musulmana aspectos que al día de hoy se mantienen en su estado incólume.
El otro gran tema de la novela es el de la sexualidad donde Pamuk se vuelve bastante explícito.
No solo el proveniente de la historia de amor entre los personajes principales como son Negro y su prometida Şeküre, sino también el de las cualidades homoeróticas en las relaciones dentro del gremio de los ilustradores la cual oscila entre el afecto y el deseo sexual.
En esta novela se perciben las numerosas influencias tanto de Joyce, Kafka, Mann, Nabokov y Proust que han nutrido la formación de Pamuk.
Pero es el ingrediente ruso el que a mi criterio más le juega en contra por la densidad descriptiva de los personajes, donde el escritor bucea dentro de sus mentes transfiriendo al espectador no solo los hechos sino también los pensamientos de los mismos quienes en cada uno de los casi sesenta capítulos toman la palabra.
Pero creo que ninguno de los aspectos que la novela aborda, justifica “meterse en la cama” con este denso ladrillazo.
No me arrepiento haberla leído sino que me felicito por el esfuerzo implícito.
Veremos cuando le tocará el turno de “El museo de la inocencia”. Por ahora me despido de Pamuk con un hasta pronto dilatando el término en un no sé cuando.
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