Referirnos a Carmen Cervera (Barcelona, 1943) llevaría escribir un libro entero y nos quedaríamos cortos. Mujer relacionada a la prensa rosa, su vida ha provocado el interés de muchas personas, algunas a favor y otras en contra.
Sin escrúpulos a la hora de lograr sus objetivos económicos sociales, comandada por su madre, supo ir escalando en una serie de matrimonios con hombres uno más rico que el anterior.
Así llegó a ocupar un lugar dentro de la aristocracia europea luego de contraer matrimonio con uno de los empresarios más ricos de Europa como es le caso Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (Scheveringen 1921-2002) poseedor de un título nobiliario que le sobrevino por el lado de su madre quien fuera hija del barón Bornemisza arruinado y sin descendencia masculina. Heinrich era también llamado popularmente como el “rey del acero”. Su abuelo, proveniente de una familia modesta fue el fundador del imperio Thyssen arrancando con un taller de laminado que creó a sus veintitrés años.
La colección Thyssen que reúne siete siglos de pintura del SXIII al SXX, le sobrevino de su padre, quien comenzó a comprar obras de arte para superar momentos desdichados producto del amor de sus varios matrimonios. Aprovechó el crac del 29 adquiriendo varias colecciones de magnates arruinados entre los cuales se encontraba el abuelo de Lady Di, el conde Spencer quien le vendería un retrato de Enrique VIII pintado por Holbein, artífice de la colección. También se aprovecharon de la plataforma del nazismo para adquirir obras y más allá de que luego se ocuparon de lavar el honor del apellido, en determinado momento apoyaron el régimen de Hitler.
Heinrich llamado Heini por sus allegados, debió sortear cuatro matrimonios anteriores hasta llegar al “amor de su vida” en 1985 cuando se casa con Carmen.
Esta boda celebrada por todo lo alto en su palacio de Gloucestershire, Inglaterra, que por cierto no fue muy bien acogida dentro de la aristocracia en virtud de los orígenes de Tita como le gusta que la llamen, le generó el título que la precede hoy día.
El barón Thyssen junto con su padre lograron conformar la segunda colección de arte privado más grande de Europa precedida por la perteneciente a la reina Elizabeth II de Inglaterra.
Antes de la llegada a Madrid, la colección Thyssen estuvo reunida en el palacio de Villa Favorita en Lugano que había adquirido su padre para albergar las obras las cuales durante su vida nunca exhibió al público. Allí, llamaba la atención a sus visitantes entre la magnificencia de las paredes atiborradas de cuadros, ver colgado un Toulouse-Lautrec en un toilette.
Lo rescatable e importante de esta historia, dejando de lado todos los cotilleos sociales, es que mas allá de la vida de Tita, fue ella quien se llevó el mérito de que la colección haya ido a parar a Madrid luego de varios años de negociación con el Estado. Los países interesados en tenerla eran varios pujando fundamentalmente Inglaterra con Margaret Thatcher a la cabeza con Carlos de Gales de asistente, la Fundación Getty de Malibú, Alemania, Japón, Francia que ofreció la sede del Petit Palais de Paris, Estados Unidos, Suiza y España donde radicaba el mayor interés de Carmen Thyssen como gran defensora quien logró el apoyo del rey Juan Carlos. Anecdótica la conversación que enfrentara a ambos nobles, ya que Juan Carlos muy indignado con el príncipe Carlos le hizo saber que la colección les pertenecía dejando entrever que podía ser la última vez que aquel y su familia visitasen en verano el palacio de Marivent en Palma de Mallorca. Frente a la postura intransigente del rey, el príncipe Carlos hizo una última jugada y dirigiéndose en términos coloquiales le dijo: “Juanito, pero al menos nos prestaríais el Holbein”, a lo que el monarca respondió: “el Holbein tampoco”, haciendo alusión al retrato de Enrique VIII que tanto les doliera a los Windsor que el conde Spencer hubiera vendido.
La idea de Lugano era convertir Villa Favorita en un gran museo, idea qué descartaron pues la ciudad carecía de buena conectividad aérea con el resto de Europa así como también la hotelería insuficiente para acoger a los espectadores.
Las negociaciones con España comenzaron en 1986 por azar cuando el gobierno español pide asistencia financiera a Thyssen para rescatar la obra titula La marquesa de Santa Cruz de Francisco de Goya, que había salido ilegalmente del país con documentos falsos. Ese retrato se lo había obsequiado Franco a Hitler pues en el instrumento musical figuraba un detalle parecido a la esvástica del nazismo.
Heinrich finalmente no participó de la compra y el gobierno asumió la adquisición desembolsando seis millones de dólares, pero las conversaciones dieron pie para el traslado de su colección a Madrid. Tita jugaba su más importante movimiento en aquella partida de ajedrez que la catapultaría como una de las mujeres más importantes de España logrando el apoyo y aceptación social que hasta ese momento no había conseguido.
El lugar escogido que daría acogida a la colección sería el Palacio de Villahermosa de inicios del SXIX. Para su remodelación y adecuación se contrató al arquitecto Rafael Moneo y a Tita como decoradora oficial, nombrada por su esposo, decisión que incomodara al propio arquitecto así como a los principales decoradores de Madrid.
Las obras pertenecientes a la colección Thyssen al inicio fueron cedidas en préstamo por diez años. Concomitantemente se pactó un precio de compra de 245 millones de dólares suma poco representativa frente al valor real de 1.200 millones de libras esterlinas según el precio tasado por Sotheby’s. La movida al Estado le costaría en total, entre obras, remodelaciones, creación de la fundacion, el desembolso de 350 millones de dólares, cifra insignificante dentro del ámbito museístico.
El Museo Thyssen-Bornemisza fue inaugurado el 8 de octubre de 1992 contando dentro de su acervo 800 obras de la colección del barón convirtiendo ese día en uno de los más felices de la vida de Tita. Durante el recorrido encabezado por los reyes de España, Heini, comentó a sus invitados que La esclusa de John Constable, uno de los tres mas prestigiosos pintores de Inglaterra, propiedad de Carmen por cierto, le había costado 12 millones de dólares aproximadamente, comentario que a mi criterio estaría fuera de contexto pues denota mas su interés por el valor económico de las obras que por su valor artístico amén de lo inoportuno del momento.
Ubicado frente al Museo del Prado, vecino del Museo Reina Sofia y enclavado en la denominada “milla de oro” del arte español, el Museo Thyssen-Bornemisza se ha convertido en una de las principales ofertas culturales del mundo. Cuenta con una colección tan completa que facilita la comprensión de la historia de arte universal de forma muy clara en un recorrido muy fácil de seguir. Contiene la principales escuelas pictóricas del arte occidental como el Renacimiento, Manierismo, Barroco, Romanticismo, arte del SXIX y SXX hasta llegar al Pop Art. Se ha llegado a dudar de la autenticidad de algunas de sus obras en virtud de que no les falta nada. Es un deleite recorrerlo casi que a modo enciclopédico.
El mismo también acoge en préstamo la colección particular de Carmen compuesta por más de mil obras. A criterio suyo, luego de convivir con su esposo durante diecisiete años se convirtió en una gran conocedora de arte producto de acompañarlo a subastas y exposiciones. Pero su conocimiento y sensibilidad no está a la altura de los acontecimientos. Su gusto es muy discutible. Ha comprado obra de artistas fallecidos reconocidos en lugar de apostar por obras contemporáneas. Dentro de su acervo de mas de 400 obras cedidas el Museo, se encuentra Mata Mua de Paul Gauguin tasado en 40 millones de euros el cuál hace poco retiró para exponer en otro de sus museos aunque la realidad podría ser la venta, ya que la baronesa tiene problemas de liquidez en su caja chica.
El núcleo principal de su pinacoteca está en el Museo Thyssen el cual fue ampliado en 1999 para albergar su colección debiendo el estado desembolsar 38 millones de euros. Adicionalmente a las obras heredadas de su esposo, Carmen ha seguido adquiriendo dándole un toque personal a su colección que luce en forma muy desfavorable frente a la de Heinrich.
“Creo que los cuadros te buscan”, asegura Tita con acierto pero partiendo de su fortuna y facilidad para desenvolverse en el ambiente artístico, a mi criterio, no ha logrado conformar el museo que pretende para su posteridad.
Carmen tiene tres museos. Uno en Andorra donde actualmente vive con sus dos hijas, fundado en 2017 ocupando la planta baja de un hostal, otro ubicado en Málaga en el Palacio de Villalón inaugurado en 2011 y el tercero en Sant Feliu de Guixols, Cataluña, su región de origen, donde se ubica su casa Mas Mañanas que heredara de su primer marido, abierto en 2003 y dedicado a albergar muestras temporales.
Entiendo que usando sus habilidades, debería de llamar a concurso a arquitectos para crear su museo en la ciudad mejor postora. Seguramente también deba de reposicionar su sesgo y dejarse asesor de forma profesional para lograr el prestigio artístico por ella deseado. Hoy por hoy, mas allá de gozar del reconocimiento popular de su país por la proeza que llevara la colección su marido a Madrid, no goza de reconocimiento como coleccionista a nivel internacional. Pero su fuerte es la negociación que la ha puesto donde está, donde habiendo partido de una familia muy modesta, aunque se ha ocupado de tergiversar y maquillar su pasado, y habiendo logrado la corona de miss España en 1961, logró casarse con uno de los hombres mas poderosos de Europa y que como si fuera poco adoptara su hijo Borja como propio dejándole una herencia al chico de apenas mil millones de euros, cifra que por cierto incomodara a sus cuatro hermanastros y a sus respectivas madres.
Tita es única y hay Tita para rato. Ojalá logre conformar un buen espacio para albergar su colección que por cierto deberá de mejorar buscando un perfil propio que la aleje del criterio de Heinrich.




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