C12 – Maestros del Arte Latinoamericanos: Fernando Botero

Fernando Botero (Medellín, 1932) es un artista bastante controversial en virtud de su éxito comercial y de su sobre exposición en el planeta entero.

Ha realizado exposiciones en lugares reservados solo para casos excepcionales como fue el caso de su muestra de esculturas sobre los Campos Elíseos de Paris.

No por ello sin embargo carente de un gran aporte que ha realizado dentro del arte contemporáneo latinoamericano.

La gestión desarrollada por la crítica de arte argentina Marta Traba (Buenos Aires, 1930-1983) tuvo mucho que ver con su éxito. Desde que llegó a Bogotá en 1954 acompañando a su marido Alberto Zalamea, se convirtió en la principal crítica logrando una incidencia muy importante en el ámbito latinoamericano.

Botero tuvo su período de máximo esplendor entre 1948 y 1963 donde desarrolló sus obras mas significativas como “Naturaleza muerta con mandolina y uvas” realizada en 1956, “La camera degli sposi» de 1958 y el “Obispo negro” pintado en 1963.

Mención especial merece “La familia presidencial” de 1967, donde ironiza a un grupo familiar a través de un estudio poscolonial denunciando una postura de tenor machista burguesa con elemento sutiles y sobresalientes que dan cuenta de la situación.

Junto con Gabriel García Marquez es el más importante representante del Realismo Mágico. Habiendo sido un artista autodidacta, se ha nutrido del arte del Renacimiento en Florencia, del Muralismo mexicano, así como del Pop Art de Nueva York que fueron incidiendo en su obra aportando matices hasta lograr la unicidad en su estilo.

Sus obras ocupan dos de los museos mas significativos de Colombia como son el Museo de Antioquia y el Museo Botero de Bogotá que han recibido sendas donaciones suyas tanto de su producción como de otros artistas de reconocimiento internacional. Donaciones que por cierto también han sido objetadas pues debajo de su interés desinteresado existe un aspecto especulativo que incide dentro del mercado de las artes.

A partir de su obra ha generado un lenguaje denominado “boteriano” de inmediato reconocimiento.

Fernando Botero no pinta personas gordas, sino que sus personajes son extensiones de los originales con el ánimo de representar el valor plástico del volumen que logra cubriendo toda la tela con los rostros y achicando determinados elementos como ojos, boca y nariz.

Se trata de un valiente y perseverante artista que ha mantenido su postura figurativa en contra de las tendencias vanguardistas en los años de su comienzo.

Su obra y vida ha sido abordada a través de decenas de escritores como pocos artistas lo han logrado.

No podemos decir que sea el mejor ni el mas importante pero sí podemos afirmar de que no ha habido otro artista a quien se le hayan organizado tantas exposiciones en los cinco continentes.

Tampoco faltan sus detractores quienes afirman que representa un símbolo nacional dentro de la mediocridad colombiana.

Lejos de esa opinión, no podemos dejar de valorar la calidad de sus obras. Más allá de que su producción se haya desbordado en cantidad y presencia y que en los últimos años se haya ocupado mas en ejecutar que en crear, no podemos dejar de reconocer que ha sido un artista de gran aporte en nivel latinoamericano.


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