C7 – Historia del Arte a través de las Mujeres: Louise Nevelson

Esta semana el turno fue para la “Gran dama de la escultura contemporánea”

Louise Nevelson nació en Ucrania en 1899 y a la edad de 7 años debió de abandonar su país debido a las persecuciones judías ocurridas en Europa del Este.

Su padre perteneciente a una familia acaudalada de terratenientes, debió de comenzar nuevamente con la actividad de leñador que acompañaba con la de chatarrero, ambos aspectos que van a nutrir la vida artística de Louise.

Luego de divorciarse de sus esposo que no le permitía trabajar como artista, logra soltarse de las ataduras sociales que encorsetaban fundamentalmente a las mujeres de la sociedad americana de su época.

Casi que de forma terapéutica comienza a crear sus obras las cuales conformaba con deshechos que iba recolectando en las calles neoyorquinas. En nichos creados dentro de cajas, iba componiendo sus obras casi que a modo de poesía, de retórica, siempre con un perfil autobiográfico.

Luego pintaba todos los elementos de forma monocroma y ensamblaba las cajas creando grandes esculturas donde se podía leer un mensaje.

En sus obras utilizó al inicio la madera que era un material que conocía y que le generaba un mayor grado de sensibilidad personal. La madera era un elemento que le permitan expresarse y encausar su temática.

Los colores recurrentes fueron el negro, el blanco y el dorado.

Con el negro quería uniformizar las vicisitudes de su vida sin darle protagonismo a ninguna pieza por separado. El negro que usaba era un “negro sombra” pues allí también daba cuenta de la situación de la mujer siempre a la sombra del hombre. Cubriendo todas las pieza de color negro lograba una visibilidad mayor de la mujer, que aunque a la sombra, allí estaba presente.

Para Nevelson el negro era el color más aristocrático de todos pues contiene a todos los demás colores.

El negro no tenía la intención de aportar significado a sus trabajos sino de inducir una especie de transformación alquímica entre las obras y el espectador.

Los otros colores los usaba como salida, como descanso.

El blanco, representaba para ella la esperanza, las nuevas posibilidades así como los nuevo comienza en la vida. El blanco refleja serenidad a la vez que es etéreo y abstracto.

El uso del dorado está relacionado con la realeza que Nevelson admiraba. El color oro se vincula con los materiales naturales, con la luz del sol, con la prosperidad.

Para la escultora, el oro realzaba las formas, enriqueciéndolas.

El oro siempre quiere salir y el negro en cambio quiere hundirse, lo que de alguna forma le permitía hablar de sus estados de ánimo.

A partir de sus ensamblajes, creaba ambientaciones que a diferencia de las instalaciones, rodean al espectador creando un ambiente especial, mientras que en las instalaciones, es el espectador quien rodea las obras.

También su aspecto personal formó parte de su gran escenografía que le sobrevino de sus estudios de danza y teatro.

A modo de lograr un lugar protagónico dentro del ámbito artístico masculino, buscó la forma de hacerse ver echando mano a su aspecto.

Vestía de forma muy particular usando siempre pañuelos y sombreros que llamaban la atención, acompañado de una línea de bijouterie que ella misma creaba con deshechos, haciendo uso de sus colores emblemas. El uso permanente de sombreros en eventos sociales, le llevoó a tener el sobrenombre de «The hat».

En 2019 Pablo Atchugarry (Montevideo, 1954), producto de la fascinación que siente por las obras de Nevelson, expuso en su espacio Atchugarry Art Center en Miami, una muestra colectiva donde las obras con tonalidades oscuras de la escultora dialogaban con las suyas de color blanco etéreo.

De esta forma, Atchugarry, logra una confrontación entre ambos artistas, una de tenor femenino aunque aguerrido, y el otro de colores en la gama de los blancos, muy masculino con sus formas fálicas.

Es un golpe de suerte para nuestro país, que Atchugarry cuente en su acervo con obras de esta gran artista de renombre internacional, que tendremos la oportunidad de apreciar en su museo que sera inaugurado en enero próximo en Manantiales.

Louise Nevelson siempre estuvo muy cerca de la obra de Diego Rivera (Guanajuato, 1886-1957) con quien trabajó como asistente cuando el pintor realizó sus murales en la New Worker School despechado de la expulsión que le hiciera Nelson Rockefeller del Rockefeller Center cuando le obligó a quitar el mural “El hombre en el cruce de caminos” por resultar ofensivo para su familia.

También Nevelson se nutrió de la obra del cubano Wifredo Lam (Cuba,1902-1982) así como de Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949), donde si se presta atención existe un vinculo a través de los receptáculos creados por ambos, que encierran diferentes elementos para luego construir un todo.

Louise Nevelson falleció a la edad de 89 años. En su vida de profesional, se ocupó de construirse asimismo como artista y cómo imagen y a pesar de su edad avanzada, logró el objetivo perseguido. Sus obras hoy día ocupan espacios en los mejores museos del mundo y han logrado precios en el eje del millón de dólares convirtiéndose en una artista muy demandada.


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