Esta semana el turno para homenajear a las mujeres olvidadas, fue para una gran luchadora que no bajó sus brazos hasta que la muerte la sorprendió a los 94 años. Batalló contra sus temores como fueron el dolor, el miedo, la nostalgia, la desolación tratando de cicatrizar sus heridas para ser algo mas allá de lo que el destino le tenía marcado.
Fue una mujer que cambió el rumbo de su vida, también del arte.
Nacida en Lancashire en 1917, el seno de una familia inglesa aristocrática, fue la única hija de cuatro hermanos.
Su padre, Harold, de costumbres rígidas, le brindó la educación para convertirse en una dama de la corte de Jorge V con la preparación acorde, que ella se ocupó de eludir.
La enviaron a las mejores instituciones de corte social de Europa y de todas fue expulsada, aprovechando cada instancia, cada ciudad para escaparse y acercarse al arte.
El destino y la complicidad de su madre quiso que conociera a Max Ernst (Brülh, 1891-1976) con quien vivió una historia de amor que finalizó cuando él fue deportado a un campo de prisioneros alemanes en Francia.
A partir de ese momento y luego de haberse enfrentado a la corte inglesa, a su padre y a las monjas que dirigían las instituciones, logró también escaparse de un hospital psiquiátrico en Santander, España. Llega a los Estados Unidos de donde se traslada a México siguiendo a quien fuera su marido, Renato Leduc y comienza una nueva vida.
Allí y luego de haberse reencontrado con varios de los integrares del movimiento surrealista que había conocido en Paris, desarrolla su carrera convirtiéndose junto con la española Remedios Varo (Anglés, 1908-1963) radicada también en México, en una de las mejores artistas de la corriente y del país de adopción, conformando una destacada trilogía junto con Frida Kahlo.
Su mundo estaba poblado por duendes, fantasmas, espíritus que su madre y abuela irlandesas y su niñera le habían fomentado a través de historias fantásticas durante su niñez. La sangre celta corría por sus venas.
Su insistente temática sensacionalista, acompañada por su pasaje en el psiquiátrico fue motivo de que André Bretón, precursor del surrealismo, le diera la bienvenida en el grupo.
El hecho de ser mujer le jugará en contra y actuando a la par que los hombres, se negó a convertirse en musa o instrumento sexual del grupo.
La historia del arte no le dio oportunamente el lugar que merecía. El grupo de los surrealistas era un ámbito muy machista y no la aceptaban de igual a igual.
Tampoco en Mexico, donde vivió 60 años le fue fácil abrirse camino. Allí se enfrentó con la resistencia de los muralistas con Diego Rivera a la cabeza, quienes tenían amenazados a galerías y museos, negándole tanto a ella como a Remedios Varo espacios expositivos.
Tuvo que aparecer en su vida Edward James (Escocia,1907-1984), aristocrático y millonario, quien se convirtió en amigo, aliado y mecenas suyo. Gracias a su generosidad pudo vivir de su arte así como exponer por primera vez en New York en la galería de Pierre Matisse que era el recinto mas importante que daba cabida a los europeos.
A partir de ese momento, sumado al encargo que recibió de Ignacio Bernal, director del Museo Nacional de Antropología quién le dio la posibilidad de pintar un mural, comenzó a lograr el reconocimiento tanto en México como a nivel internacional. Para realizar dicho mural, se interna en Yucatán donde se pone en contacto con el mundo maya. Se muda a casa de una amiga en San Cristobal estudiando las diferentes prácticas religiosas y tradiciones de la cultura maya logrando la obra que la posicionaría.
“El mundo mágico de los mayas” pintado en 1964, le generó el espaldarazo necesario para ser aceptada en su país de adopción.
Siendo mayor y luego de haber criado a sus dos hijos, tuvo la posibilidad de comprender a su padre a quien luego de abandonar su casa en 1937 en Hazelwood, nunca mas volvió a ver.
Tuvo varios hombres en su vida con fue el caso de Max Ernst, su primer marido Renato Leduc, su segundo marido el fotógrafo Emérito “Chiki” Weisz (Budapest, 1911-2007) padre de sus hijos, pero su verdadero amor llegó en su madurez junto a quien fuera su amante Alvaro Lupi a quien frecuentaba con el consentimiento de su esposo.
Leonora fue una mujer que venció el “no creo”, el “no puedes” y el “no debes”. Su obra le permitió ser libre así como anima al espectador a buscar su libertad.
Sus obras pueden ser visitadas en tres museos en México. Su casa estudio en Mexico DF, en el Museo San Luis de Potosí donde sus esculturas ocupan un espacio en el edificio de las Artes que casualmente fue recinto carcelario hasta 1999 así como en el museo ubicado en Xilitla cerca del jardín surrealista Las Pozas que su amigo Edward James montó en 37 hectáreas.
Los museo son producto del trabajo y apoyo de su hijo médico Pablo Weisz artista también con reconocimiento.
Museos como el MOMA, Tate Gallery, Peggy Guggenheim, MAM de México entre otros tienen obra suya.




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