Delacroix ha sido un artista quien fuera aplaudido y valorado en la primera etapa de su vida artística, momento en el cual ya podría haberse dedicado a recibir los elogios pertinentes que lo colocaron entre los más destacados artistas del romanticismo francés. Sin embargo, su esfuerzo no cesó en pos de lograr otros avances dentro de las artes plásticas que han sido de un gran aporte a pintores que le sucedieron.
Mas allá de su compromiso con la monarquía de la cual su familia formaba parte, ámbito en el que fue educado, se tomó el atrevimiento de manifestarse en contra de ellos.
Tanto su padre adoptivo como el biológico, ocuparon destacados cargos diplomáticos, amén de que la familia de su madre pertenencía a ebanistas que venían trabajando al servicio de los borbones desde el reinado de Luis XV.
Criado en ámbito burgués selecto, Eugéne Delacroix (Saint Maurice, 1798-1863), fue un dandi en todo su quehacer diario, quien se atrevió a romper con convenciones sociales.
Producto de su educación, logró una basta cultura incluyendo formación en música, literatura y artes, elementos que le dieron la oportunidad de plasmar toda su bagaje artístico.
Antes de cumplir sus 35 años, ya había realizado sus tres obras emblemáticas adquiridas por el estado francés como fueron La barca de Dante pintada en 1822, La matanza de Quíos de 1824 y La libertad guiando al pueblo llevada a cabo en 1830, alegoría realizada a partir de la revolución contra la monarquía absolutista que pretendía establecer el rey Carlos X durante ese mismo año.
Sin embargo fue un viaje realizado por azar realizado a sus 34 años en 1832, que lo llevará a recorrer Marruecos y Argelia durante seis meses, lo que le provocó ese virtuosismo colorido arremolinado, que lo colocará como un gran artista referente inspirador de sus colegas posteriores como lo fueron Claude Monet, Paul Cezanne, Vincent Van Gogh y Pablo Picasso, quienes revolucionaron el arte, entre otros.
Ese viaje también será el promotor para que otros artistas con posterioridad viajen al exterior, como fueron el caso de Paul Gauguin, Paul Klee y el mismo Van Gogh que llegó hasta Arlés buscando nuevos motivos de inspiración provocados en encontrar diferentes luminosidades.
Los animales, fundamentalmente los caballos y los exóticos como los leones, dieron la oportunidad de plasmar ese virtuosismo romántico donde todo parece encenderse en llamaradas en constante movimiento, por cierto siempre sinuosos.
Pero la historia oficial siempre ha sido muy subjetiva, a veces sesgada y en algunos casos utilizada detrás de objetivos políticos o de centros de poder y el caso de Delacroix ha sido uno de los casos mal difundido.
Siempre he sido relacionando como un artista de temática política, de estado, mas allá de su estilo, razón que no permitió el reconocimiento de sus obras florales que realizó durante sus últimos años, lo que le costara una mala a crítica.
Entre ellos se encontraba Charles Baudelaire, quien fuera uno de sus mejores amigos y defensores de su obra quien tildó sus obras floridas como “cuadros de comedor” en forma despectiva.
Elevado a la categoría de genio a los 35 años, Delacroix pasó el resto de su vida haciendo lo contrario a lo que se esperaba de él.
Recién en una exposición llevaba a cabo en el museo el Louvre, en abril de 2018, se le reconoció su etapa florida.
Su consigna a la ahora de crear era que la realidad no servía estrictamente de nada.
“Todo le mundo visible es solo un almacén de imágenes y signos a los que la imaginación concede un lugar y un valor relativos. Es una especie de alimento que uno debe digerir y luego transformar”, dejó escrito en sus diarios.
Para Delacroix, copiar la realidad no tenía sentido y su obra fue el punto de arranque del arte de vanguardia que sucederá a partir del siglo XX.




Deja una respuesta