Amsterdam, Holanda.
Monalisa de Leonardo da Vinci ubicado en el Museo Louvre de París (desde que este museo tiene tres sedes, hay que aclarar la ciudad) y el Museo de Vincent van Gogh, deben de ser los sitios más visitados por el turismo.
Me refiero a la gente que no sabe de arte, o está poco informada y quiere encontrar la explicación de la fama de ambos artistas.
Con Monalisa la mayoría se van decepcionados, pero con Van Gogh, salen enamorados.
En lo personal, me incomodan las hordas de personas que se mueven como majadas, pero también las respeto.
He tenido otras oportunidades de ver las salas con no tanto gentío como ocurre hoy día, cuando los museos se han equiparado a la misma satisfacción de concurrir a un lugar de entretenimientos.
Ir a un museo debe de generar la misma adrábamos a que ir a un parque de diversiones.
Los directores de los museos son conscientes de ello y luchan por lograr la mayor cantidad de visitas por año.
De todas formas, en mi caso, he aprendido a sortear esos inconvenientes y observo la forma masiva en que el arte es consumido.
Nos guste o no, es una realidad reflejo de nuestra época.
La gente se precipita, empuja y se enloquece por ver ciertas obras que no siempre los satisfacen.
A ello hay que agregarle el merchandising que tienen esos museos donde todo se vende.
Hay un trabajo de marketing detrás muy finamente elaborado.
Nada más alejado, de acuerdo a la forma de trabajo de Van Gogh, que observar sus obras de esta manera masiva.
Cada obra suya tiene un “tempo” que merece ser considerado.
El artista es quien nos observa a través de sus pinturas y hay que lograr esa instancia, esa experiencia espiritual puesto que al arte hay que vivirlo más que verlo.
Si Van Gogh viviera, sería multimillonario , o no, pues su muerte prematura le ayudó al éxito, pero si tuviera la oportunidad de renacer, seguro se volvería a morir enseguida del impacto que le causaría tanto gentío.
Quienes hemos tenido la oportunidad de ver los museos con menos personas, debemos de quedarnos con esa imagen.
Lo que se ve hoy día es otra cosa, aunque valedero también. En vez de observar los originales, se ocupan de tomarle las fotos a la obras, para continuar viéndolas a través de los dispositivos electrónicos.
Y todo ello llevará a la desintegración de los museos pues los directivos tienen que complacer la demanda exigente de la muchedumbre que exige un espectáculo cada vez más deslumbrante.
Hoy día existen los espectáculos de proyecciones en grandes pantallas que ambientan toda una sala, animando las pinturas de los artistas, recreándolas hasta con sonidos. Pero eso es otra cosa por más que se pretenda llegar a la asimilación y comprensión de las obras del artista. Y por ese lado, seguirán transitando la mayoría de los museos donde sus objetivos son monetarios en lugar de culturales.
El museo de Van Gogh tiene dos edificios unidos por un atrio vidriado que se inauguró en 2015.
En el edificio original del líneas rectas, se exhiben las obras del acervo del museo que no son las más importantes del artista.
Hay muchas obras destacadas dispersas por otros museos en el mundo.
El edifico fue construido por el arquitecto holandés Gerrit Rietveld (Utrecht, 1888-1964) y fue inaugurado en 1973.
En el ala contigua de líneas curvas, fue diseñada por el arquitecto japonés Kisho Kurokawa (Nagoya, 1934-2007) y se inauguró en 1998.
Allí se organizan exposiciones temporales.
El atrio también fue producto del estudio de Kurokawa, elección acertada ya que el estilo propio y único que caracterizara a Van Gogh, zizagueante y compuesto por formas curvas, fue inspirado en las postales japonesas que inundaron el pabellón nipón en le Exposición Universal celebrada en París en 1867.




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