Museo Louvre Lens

Lens, Francia.

En la sede Louvre Lens, las obras dialogan entre sí con total holgura.

A diferencia de la atiborrada cantidad de obras de Louvre París, donde las obras están clasificadas por categorías y períodos en salas diferentes, aquí el criterio es otro.

Para comenzar, el espacio expositivo es más reducido. Las obras ocupan una sola sala de 3000 m2 llamada la Galerie du temps.

Las 200 obras en exhibición están juntas a largo de una línea de tiempo escrita a lo largo de las paredes, colocados de acuerdo a su época pero sin una línea divisoria.

La presentación cronológica va desde el cuarto milenio antes de nuestra era hasta mediados del siglo XIX, considerando épocas, técnicas y civilizaciones diferentes.

Estando todas juntas permiten otro tipo de asimilación más sensorial que mental.

Desde 2021, la Galerie du temps se abrió a nuevas disciplinas y nuevos horizontes, ofreciendo así una nueva y ampliada historia del arte, con un nuevo enfoque del museo universalista.

Se incluyó una foto panorámica del acantilado de Bâmiyân, un políptico fotográfico de Pascal Convert de las colecciones del Centro Nacional de Artes Plásticas (CNAP), siendo la primera obra contemporánea que debuta allí.

Asimismo se incorporó una instalación de 18 obras del Museo Quai Branly – Jacques Chirac de París.

La selección de obras estuvo a cargo de Jean-Luc Martinez, presidente y director del Museo del Louvre de 2013 a 2021, Vincent Pomarède, administrador general adjunto del Museo del Louvre y fue supervisada por Yves Le Fur, director de Patrimonio y Colecciones del museo Quai Branly-Jacques Chirac.

En Louvre Lens, la dinámica a la hora de consumir arte, es otra. Tal vez menos rígida y exigida que la que demandan las salas tradicionales.

El recorrido se convierte en un paseo en el túnel del tiempo pero a diferencia de lo que ocurre en el Museo Thyssen-Bornemisza, por citar un museo de estricto orden, en que el tránsito es más didáctico, aquí es algo más sensorial si se quiere.

Las obras generan otro discurso más amigable para entenderlas más con el alma que con la mente.

Nos hacen sentir más en casa, y el espectador se convierte en una obra más en medio de ese jolgorio donde todo es más amigable.

En definitiva, el paseo es más placentero sin exigirnos más que relax para recorrer la gran sala.


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