Espejos de México

Buenos Aires, Argentina.

La oferta cultural referida a exposiciones de artes visuales en Buenos Aires nunca decepciona. Es una ciudad totalmente actualizada a nivel internacional.

Dentro de las principales salas, a mi criterio, figuran en primer lugar Fundacion Proa y el Museo Moderno (MAMBA).

Y las visito en ese orden.

Proa, dirigida por la talentosa Adriana Rosenberg, siempre bien impresiona. Nos acerca el mundo al Río de la Plata.

En esta ocasión se está llevando a cabo una muestra colectiva de artistas mexicanos de renombre internacional.

“Espejos de México” reúne a las propuestas de cuatro artistas mexicanos en una muestra diseñada especialmente para Proa.

México ha tomado gran protagonismo a partir de los grandes museos y colecciones que abierto últimamente. En el ranking internacional de los coleccionistas mas de la mitad de los primeros diez son mexicanos.

La repercusión de los Museo Soumaya así como el Museo Jumex pertenecientes a dos grandes coleccionistas, sumado a la feria de arte Zona Maco llevada a cabo en México DF, como también la cercanía de los Estados Unidos ha favorecido el interés por la adquisición de obras de arte.

Esta muestra de Proa aspira a dar un pantallazo de destacadnos artistas que reflejan aspectos de la cultura, la historia y la diversidad de enfoques de ese país.

Luego del protagonismo logrado por Gabriel Orozco (Xalapa, 1962) en los ámbitos internacionales, han surgido una serie de artistas que van por el mismo camino haciendo uso de las puertas que este artista ha abierto.

Estos cuatro artistas son conocidos y gozan de popularidad internacional.

*Julieta Aranda (MDF, 1975) es la única mujer del grupo. Vive y trabaja entre Berlín y Nueva York.

Su obras transitan entre el ámbito conceptual y político abordando temas de índole extra sensoriales incluyendo realidad y ficción.

Aranda hace foco en el vínculo entre el ser humano y su entorno natural. Se desempeña a través de la escultura, la instalación, así como video arte y medios impresos.

En su obra da cabida a objetos, música, así como voces, conduciendo al espectador a transitar por una dimensión envolvente a la vez que ajena a la visualmente palpable en el diario vivir.

Para esta ocasión la artista presenta la obra titulada “Rescatando mi propio cadáver” en la cual provoca un vínculo entre sus diversas obras y el espectador.

Entre las mismas figuran trampas utilizadas para capturar animales y dominar la naturaleza aludiendo a conceptos antagónicos como libertad y encierro, presa y predador, víctima y victimario.

Estas trampas nos llevan a recordar la obra de Lacy Duarte quien desarrollara también una temática similar, instalación que se aloja la Coleccion Engelman-Ost en Montevideo.

*Abraham Cruzvillegas (MDF, 1968), fue alumno de Gabriel Orozco y ha representado a su país en varias bienales incluyendo La Habana,1994, San Pablo, 2002 y Venecia en 2003, entre otras.

Para esta convocatoria presenta “Otras rutas” elaborando una propuesta compuesta por mapas imaginarios entre puntos de interés emocional considerando el lugar donde lleva a cabo esta muestra asociados a las personas que trabajan en Proa.

En función de ello da cabida al color amarillo presente en sus obras reconociendo el espíritu reinante de La Boca.

Su trabajo se caracteriza por la utilización del material que lo rodea además de interesarse en la construcción y transformación de los objetos rescatados. Para ello también ha presentado una serie de esculturas construidas con chatarras producto de la visita que hiciera a la planta de reciclado Tennaris en Veracruz, México, a partir de que recibiera la invitación para exponer en Proa.

Otra de sus monumentales obras titulada «Autorretratos ciegos”, está compuesta por varios llamativos colores. En ella el artista conforma un relato personal y oculto compuesto por papeles diversos como servilletas, invitaciones, boletos de medios de transporte, facturas, etc, que oculta detrás de recortes de coloridos papeles.

Esta diagramación de su vida personal a tres de estos papeles, busca generar una lectura personal para cada espectador dejando a libre juicio la interpretación.

Asimismo estas series de obras las acompaña con lo que sería su sello personal a través de dibujos a mano alzada y muy gestuales donde representas monos.

En la década de los 80 Cruzvillegas comenzó su carrera como caricaturista lo que en el léxico mexicano se denomina “monero”. Estos dibujos requieren una conexión entre el equilibrio corporal, la concentración y la destreza en el uso de ese tipo de pincel escoba que lo conduce a la creación de una caligrafía gigante que persigue en busca de su identidad.

*Rafael Lozano-Hemmer (Mexico DF, 1967) reside actualmente en Montreal, Canadá.

Ha representado a su país en la 52 Bienal de Venecia, 2007 en una muestra inolvidable llevada a cabo en el Palacio Soranzo Van Axel del siglo XV.

También lo pudimos ver en 2012 cuando expuso en la Fundacion Telefonica de Buenos Aires sobre la plaza Vicente López.

Sus obras transitan entre la arquitectura, el teatro tecnológico y las performances utilizando tecnología de alta gama. De esta manera siempre busca lograr un ámbito que haga suyo el espíritu del espectador.

Para esta ocasión ha presentado “Matriz de voz”, una obra inmersiva de tenor minimalista buscando crear un vínculo entre su propuesta y el espectador, convertido el espacio en un escenario de interacción entre el sujeto y el objeto.

Para ello Lozano-Hemmer ha puesto un micrófono en la sala que se nutre de las voces de cada espectador quienes deben de presionar un botón y luego hablar buscando dar representación visual a las voces de cada uno.

Luego el texto del espectador es repetido varias veces por alta voces en forma coral generando también una onda lumínica que da vida a la obra por toda la sala.

De esta manera Lozano-Hemmer induce al espectador a conectar lo íntimo con lo privado, con el fin de reflejar la fugacidad de nuestra existencia.

Las voces del ser humano representan la capacidad de cada persona para expresarse. Es un aspecto inherente a casi todas las personas las que dejan de ser privadas desde el momento en que las expresamos en voz alta.

Por último, no menos importante, pero siguiendo el orden de las salas, figura la obra de *Damian Ortega (MDF, 1967), a quien claramente, en virtud de su propuesta, se le percibe la influencia de Gabriel Orozco con quien también se formó.

Junto con Cruzvillegas, Dr. Lakra, y Minera Cuevas, se les considera parte de un nuevo movimiento en arte latinoamericano el cual ha sido comparado con el Young British Artists llamado YBA de Gran Bretaña durante la década de 1980.

Ortega se expresa a través de las instalaciones, la fotografía y el cine.

Sus obras se caracterizan por la inclusión de objetos cotidianos, desde hachas hasta ladrillos o papeleras y tortillas, todos ellos sometidos a lo que se ha descrito como el característico «travieso proceso de la transformación y la disfunción» de Ortega, según reza en su presentación personal.

Representó a México en la 50 Bienal de Venecia en 2003 con su obra “The Cosmic Thing” momento en el cual logró la notoriedad internacional. También con posterioridad, efecto expansivo que genera la Bienal de Venecia, expuso en 2015 en Hangar Bicocca de Milán y en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2106, entre otras prestigiosas salas.

En sus prácticas artísticas, Ortega disecciona objetos de gran escala para revelar los elementos ocultos que con los cuales están compuestos, demostrando la complejidad de las mismos.

Es así que los elementos exhibidos en forma individual logran notoriedad visual a la vez que son reconocidos como componentes necesarios para conformar la pieza.

De esta manera, extrapolando la situación, podemos llegar a una elaboración mental de la importancia de las partes en todos los esquemas sociales y personales tanto de la sociedad como del ser humano en sí, cuerpo de una gran complejidad.

Para “Espejos de México», Ortega presenta nuevamente “Cosmic Thing” diseccionando un Volkswagen Beetle modelo 1983, el cual posee una gran carga de información local para los mexicanos.

Este modelo de origen alemán llamado popularmente “vocho” fue construido en Puebla en 1971 y se había convertido en el taxi oficial en Ciudad de México.

Ortega suspende desde el techo de la sala cada pieza integrante del coche en lo que el artista denomina “explosión congelada” aludiendo a las ideas que la presencia del mismo genera entre el público mexicano de esos años.

Adicionalmente a la obra principal, Ortega presenta el boceto preparatorio de la obra así como un video en una sala adjunta donde se exhibe la instancias en que el artista enterró bajo tierra un coche de la misma marca y modelo 1983, dejando para afuera los cuatro neumáticos a modo de escarabajo, provocando una intromisión en el espectador que lo guía a través de la memoria colectiva a la vez que cuestiona la autenticidad de la representación visual.


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