Amazônia de Sebastião Salgado: Korubo

Los Korubo: el pueblo del barro rojo

En el corazón del Valle del Javarí, en el extremo occidental del Amazonas brasileño, vive uno de los pueblos más enigmáticos y temidos de la región: los Korubo.

Su nombre —que en lengua pano significa “gente cubierta de barro”— fue acuñado por los vecinos matis, al verlos protegerse de los mosquitos con una capa de arcilla húmeda.
Desde entonces, su imagen quedó asociada a ese gesto primitivo y esencial: cubrir la piel para sobrevivir.

Durante décadas, los Korubo fueron descritos como una tribu feroz.
A partir de los años setenta, cuando agentes del gobierno brasileño comenzaron la prospección minera en el valle, sus ataques a los invasores se convirtieron en leyenda.

Los llamaron “los indios del garrote”, por las armas de madera con las que defendían su territorio ancestral. Pero detrás de esa reputación violenta se esconde otra historia: la de un pueblo que resistió en soledad frente al avance del Estado, los colonos y las enfermedades traídas desde fuera.

Su piel, teñida del rojo proveniente del achiote, contrasta con el verde espeso de la selva.

Son habitantes de las tierras altas, lejos de los ríos y de los enjambres de insectos.
No conocían el arco ni la flecha hasta el contacto con el hombre blanco.

Cazan animales pequeños con cerbatanas de una precisión admirable, y utilizan garrotes o lanzas para presas mayores.
Su vida transcurre entre la caza, la pesca y los rituales cotidianos que mantienen viva una cultura casi intacta.

El primer contacto estable se produjo recién en 1996, cuando un grupo de 21 personas —enfermas de malaria y sin los hombres mayores que habían muerto— se acercó en busca de ayuda. Los lideraba Mayá, una mujer que cargaba sobre sus hombros el peso de la supervivencia.

A lo largo de las dos décadas siguientes, otros grupos Korubo, también diezmados por la enfermedad o los enfrentamientos con pueblos vecinos, se sumaron a la pequeña comunidad.

Hoy son alrededor de 120 personas, distribuidas en dos aldeas sobre el río Ituí, dentro del Territorio Indígena del Valle del Javarí, una zona de selva densa que marca el límite entre Brasil y Perú.

Sin embargo, al menos un grupo Korubo continúa en aislamiento total, internado en la espesura. Para ellos, el contacto sigue siendo sinónimo de amenaza.

Aun los grupos “de reciente contacto” mantienen una cultura casi intacta. Pocos hablan portugués, y sus adornos se reducen a brazaletes simples y el cabello cortado con una forma que los distingue.

Su vulnerabilidad a las enfermedades comunes los obliga a evitar el contacto con los blancos. Por eso, cuando en octubre de 2017 Sebastião Salgado logró convivir con ellos durante una expedición fotográfica, se trató de un hecho excepcional.


Su lente no buscó exotismo ni espectáculo: retrató la dignidad de un pueblo que, a pesar de todo, sigue siendo dueño de su propio silencio.


Publicado

en

por

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *