El arte de enmarcar

Montevideo, Uruguay.

A lo largo de mi trayectoria como coleccionista —siempre del lado de los artistas— he contado con el complemento indispensable de buenos marqueros.

Un marco nunca debe robarle protagonismo a la obra, mucho menos opacarla, pero sí puede realzarla y protegerla del paso del tiempo.

Comencé enmarcando con el Negro Lara (Q.E.P.D.), luego con sus ayudantes Héctor y el Pájaro Pérez. Más adelante confié mis obras al exquisito, prolijo y creativo Domingo Tapia, a quien nunca se la hice fácil con piezas textiles que él, con infinita paciencia, me bordaba dentro de las cajas donde las alojaba.

Desde hace algunos años, quien tiene mi plena confianza es María Inés Biatturi de Aquarela, una verdadera genia. Sensible, simpática y detallista, logra siempre superar mis expectativas. Mis visitas a su taller terminan convirtiéndose en un encuentro entre amigos.

Para mí, enmarcar una obra no es una tarea mecánica: exige respeto por el espíritu que el artista quiso transmitir.

Esta vez se trata de dos obras digitales realizadas por mi suegro, Mario Pérez.
Me gustan mucho, y en ellas recordaré siempre su presencia. Fue un gran creador, pero sobre todo una persona fuera de serie, de quien me honra decir que mis hijos son sus nietos.


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