New York es una gran luchadora.
Desde que se convirtió en centro neurálgico del mundo luego de la Segunda Guerra Mundial, a raíz de su protagonismo bélico exitoso, no ha cesado de ocuparse para estar en el puesto número uno.
No solo se ocupa de destacarse a nivel internacional, sino que también pelea su lugar dentro de los Estados Unidos.
Se la ha denominado el “ombligo del mundo” pues todo sucede allí, donde se “corta el bacalao” a nivel financiero y artístico fundamentalmente.
Pero cuando nos referimos a New York, mal lo hacemos, pues radicamos la atención en uno de sus cinco barrios, como es Manhattan.
Mas allá de que los otros barrios colateralmente “chupan rueda”, necesitan de la puja creativa de Manhattan, la cual ha llegado a quitarle espacio al mar, en este caso al rio, para construir.
Recientemente el caso de Little Island sobre el Pier 55, un jardín flotante construido sobre el rio Hudson, inaugurado en mayo de 2021, donde emprendedores privados construyeron un espacio sobre pilares que emergen del agua.
Pero esto no es nuevo. Ya David Rockefeller (New York, 1915-2017), lo había realizado cuando construyó la Battery Park City en Wall Street, quitándole parte también al río Hudson.
Hacer referencia a los promotores privados es redundante, pues allí, al igual que en todo los Estados Unidos, son ellos quienes fomentados por las exoneraciones de impuestos, promueven este tipo de iniciativas.
Hay ciudades que ya no tienen capacidad de reinvención urbanística pues están repletas, pero New York se ocupa de encontrar alternativas.
Desde el traslado del Whitney Museum a Chelsea en 2015, varias propuestas nuevas han surgido y que fueron de mi mayor asombro en esta visita.
Del Whitney parte el High Line, un camino sinuoso aéreo, construido donde otrora pasara el tren, que han ajardinado y acondicionado con bancos para los peatones así como con espacios para albergar esculturas.
Desde allí se tiene asimismo una mirada aérea del barrio, donde también las galerías de arte mas importantes de New York, que es casi lo mismo que decir del mundo, han abierto amplios espacios de tamaños museísticos, como lo son Gagosian Gallery y David Zwirner Gallery, por solo citar a dos de las mas importantes, así como el Dia Art Foundation, que aun mantiene una sede en la zona.
También desde la High Line, hay acceso directo al Chelsea Market, y la ruta termina en otras de las nuevas incorporaciones urbanas como son el edifico que corre literalmente sobre ruedas llamado The Shed y la escultura Vessel, realizada por Thomas Hearthewick, nuevos polos de atracción, que forman parte del Plan de Desarrollo de Hudson y que ya tratamos en otras notas.
Esta zona donde están también Little Island y estas propuestas artísticas, fueron lo que mas captaron mi atención. Allí fui el primer día en que llegué y también el último.
New York luego del 11S parecía que iba a comenzar a apagarse pues se había convertido en un lugar asediado por el terrorismo, donde las alarmas no cesaban de sonar, sin embargo resulta que todos sus tropezones, al igual que el Covid-19, le han generado nuevos brios.
Rudolph Giuliani supo combatir en su momento a los delincuentes que asediaban Manhattan, convirtiéndola en una de las ciudades mas seguras, y esa misma política proteccionista se aplica para estos nuevos desafíos.
El memorial Ground Zero majestuoso, recuerda a los visitantes que la ciudad perdió emblemas como fueron las Twins Towers, así como muchas personas perdieron sus vidas, pero a su vez el lugar denota y transmite que no se doblegan frente a nada ni nadie.
Aun no están todos los espacios reconstruidos. En breve se estará inaugurando un nuevo edificio ubicado junto a las esculturas memoriales y al gran parque donde los árboles cada vez toman mayor tamaño.
Lo único que denota los años de este señora y madura ciudad, es el metro el cual pide a gritos una reforma. Cuando uno desciende, siente que se adentra en otra ciudad mas cercana al pasado que al presente. Estaciones lúgubres, desprolijas y sucias que desentonan con las áreas urbanas de la ciudad.
No hay mejor mes que mayo para visitar el hemisferio Norte y New York explotaba en un amplio abanico de verdes, así como en coloridas flores en todas sus calles, lo que sumado al cálido clima, la hace muy apetecible.
Las estaciones extremas como el invierno y el verano, multiplican exponencialmente las temperaturas a raíz de los altos y espejados edificios y mayo es un mes ideal para visitarla.
El hecho de ir caminando y encontrarme con una escultura en acero inoxidable adosada a un edificio, fue una de las máximas experiencias que me tocó vivir en esta escapada, mas aun cuando enseguida reconocí la autoría de Anish Kapoor, uno de mis artistas prefereidos.
Todo el despliegue urbanístico y artístico también tiene un efecto contraproducente. Se concentran tantas fortunas en Manhattan que se termina convirtiendo en una urbe excéntrica y extremadamente cara, que no esta al alcance de todos los bolsillos.
El costo de vida allí es muy alto, desde los alquileres, hoteles hasta la comida. Un café 5 dólares, una botellita de agua, 6 y de ahí para arriba.
Y eso en el plan sobrevivencia.
Un sandwich de pastrami con media porción de fritas y una gaseosa, en Deli Katz, casi 50 dólares. Y estamos hablando de un restaurante fast food donde se come con la mano, no hay servicio de mozos y las servilletas son de papel.
Los restaurantes de elite son prohibitivos, a no ser que se quiera pagar por un buen momento acompañado por amigos, donde la comida no sea el principal ingrediente, hablando en términos gastronómicos.
La petulancia que se percibe en el ámbito de las galerías de arte es insufrible. Cada coleccionista se considera superior al otro y los berrinches están alineados con sus cuentas corrientes bancarias.
Las ferias de arte en mayo se suceden una detrás de otra, y eso hace que la ciudad reciba a muchos coleccionistas que pelean literalmente por tener la mejor atención y las mejores obras.
Otro punto alto en este viaje fue el hecho de haber conocido el emblemático Chelsea Hotel el cual también fue motivo de una nota especial.
En el otro extremo, está la gente que habita en las calles. No son personas con hambre pues hay programas de alimentación para todos, pero de alguna forma son el resultado de la inadaptación que en algunos casos golpea. Actúan a modo de “memento mori”, haciéndonos pensar cada tanto que no todo lo que brilla es oro y que también mas allá de esa parafernalia, todos nos vamos a morir.
Washington Square, centro de reunión de jovenes, estaba vestida de violeta en todos sus matices, pues se estaban celebrando las graduaciones de los estudiantes de la New York University, que tiene varios de sus edificios en esas inmediaciones. Y en medio de la plaza, vendedores de hongos alucinógenos que también están siendo protagonistas en el mundo entero y que me llevaron a recordar la serie “The las of us”, la que también se cruzó por mi mente en varias oportunidades mientras caminaba la ciudad.
Para este viaje, leí Recuerdos del futuro de Siri Hustvedt, quien radica su historia justamente en Manhattan. Y haciendo alusión a una frase escrita por ella en su novela, que me gustó mucho, donde dice “la música me bailaba”, la hago mía para decir que New York me caminaba, mientras que yo la pensaba




Deja una respuesta