Montevideo, Uruguay.
El desfile de Carnaval, denominado Llamadas, proviene de la costumbre de los afro descendientes quienes en el siglo XIX, hacían un llamado a la hora de reunirse para celebrar sus actividades festivas así como sociales quienes al son de los tambores que iban tocando mientras recorrían el barrio convocaban a sus vecinos.
Y a pesar de que a los negros siempre se les ha relacionado con el Carnaval, se les tenía prohibido participar en los eventos oficiales de dicha festividad, lo que les obligaba a festejarlo a su manera y fuera del circuito.
Desde 1956 se celebran en forma oficial habiéndose convertido en una fiesta muy esperada donde acuden todos los ciudadanos sin importar color ni raza alguna, en una actividad que participa toda la familia desde el niño , pasando por las jóvenes que lo hacen como bailarinas, así como los hombres que se desempeñan como tamborileros hasta los mayores que tienen su lugar en los personajes como el Gramillero, la Mama Vieja así como el Escobero que no pueden faltar en ninguna comparsa.
Dichos desfiles se celebran sobre la calle Isla de Flores entre los barrios Palermo y Barrio Sur, donde se arman gradas, se emplazan sillas así como es habitual el alquiler de los balcones y azoteas para los visitantes que vienen de fuera del barrio, pero lo mas emocionante es dejarse seducir por los tambores e ir bailando detrás de cada comparsa si es que no se participa formalmente dentro de cada grupo.
Habiendo una gran cobertura de guardias de policías que no dejaban de estar agrupados en tres o mas agentes, se podía ver a menos de 100 metros y en zonas totalmente iluminadas y concurridas, a los “amigos de lo ajeno” que en forma muy natural se les vio rompiendo cristales de los coches, para robar sus pertenencias.
En particular me toco presenciar como devastaban un coche con chapa argentina, que seguramente estaban de regreso a su país, luego de sus días de veraneo, extrayéndoles bolsos y demás artículos personales, lo que tiño la velada de una profunda vergüenza ajena y angustia de ver como esta la (in) seguridad de nuestro país, al grado tal que somos capaces de observar sin actuar, sin reaccionar, asumiéndolo como algo normal un tanto por temor y otro tanto por la poca solidaridad que otrora nos caracterizara.

































































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