CAF: Banco de Desarrollo de Ámerica Latina – Montevideo, Uruguay.
Daniel Benoit Cassou – Curador
La confluencia de esta muestra colectiva surge de una convocatoria de artistas de tendencias heterogéneas escogidas en función de su presencia artística y representativa en el medio de las artes visuales uruguayas. Sin temática definida, las artistas tuvieron libertad de acción guiadas por el gran espectro que abarca la situación de la mujer en 2020 a modo de reconocimiento a la creatividad femenina en el ingreso de una nueva década
Las creadoras respondieron con diferentes propuestas bajo la consigna de hilvanar una historia que las uniera o que las confrontara. Todas elevan su voz por diferentes caminos a través de sentidos que, a modo de espiral de la vida, se van concentrando en uno común: ser mujer, reconocida, respetada, escuchada, así como también considerada y alabada.
Ana Campanella, de marcado sesgo artístico sin dejar de lado su exquisita sensibilidad femenina, se mueve desde su profesión de arquitecto realizando, en su obra, construcciones mediante el uso de un elemento banal pero cargado de mensaje como lo es el maple, donde recibimos los huevos para nuestro consumo. Un envase endeble y a su vez protector, se convierte en elemento catalizador entre la seguridad y la fragilidad del huevo, con la connotación que nos remite a la vida, al óvulo femenino. Una artista que se doblega entre lo laboral, donde compite en un ámbito profesional mayoritariamente masculino, y su función de madre y de esposa, como un ser sensible. A modo de protección, Campanella cubre su cuerpo de maples, se resguarda y crea en una exquisita mezcla de movimientos coreográficos y poéticos creando una performance que registra en videos y fotografías.
Ana Laura Luján, universitaria y madre de familia, se involucra aún más en el interior del ser humano analizando las inquietudes, los temores que nos remiten a la locura, al desequilibrio. En su obra, ingresa en el cuerpo navegando entre venas, vísceras u órganos vitales para encontrar y visualizar el mal que nos aqueja, el que deberíamos erradicar para sanarnos. A pesar del progreso científico, la artista sigue buscando la morada de la locura, que busca arrancar mediante una cirugía como si de un tumor se tratara. Luján trabaja a partir de fotografías de partes internas del cuerpo humano que, de forma obsesiva, busca y rescata de diversos archivos. A partir de una minuciosa selección, las interviene y convierte en “otras” imágenes de diferente tenor, algunas figurativas otras abstractas, creando un paisaje exterior. Para esta exposición, la artista imprime sus trabajos en vinilo y cubre las paredes de un contenedor buscando que el espectador se adentre en su propio ser. Casi sin darnos cuenta, se establece un diálogo para batallar con angustias y temores productos de la inseguridad que cargamos en un cuerpo, desconocido en algunos aspectos, al que tanto tememos a la hora de lograr nuestra propia sanación. Su obra recorre la senda marcada por Joseph Beuys quien buscaba a través de sus trabajos sanar, o al menos aplacar, temores y angustias del ser humano.
Ernestina Pereyra trabaja desde hace un tiempo con el elemento cabello que utiliza, ya sea sintético o natural. A modo de fetiche, aborda un catalizador de la estética, el más visible y más expuesto en las personas de las sociedades occidentales. Siendo algo íntimo, lo exponemos, lo intervenimos, lo modificamos casi en forma constante, más aún en el caso de las mujeres. Es la carta de presentación y la mujer lo usa, fundamentalmente, como un recurso de seducción a tal grado que, en ciertas civilizaciones, ellas lo ocultan debajo de velos. Criada en un salón de belleza donde su madre se desempeñaba como peluquera, Ernestina insiste en expresar su creatividad a través del pelo. Casi a modo abstracto, forra paredes, espacios, así como bastidores con pelos que provocan cierta incomodidad y rechazo al espectador. A pesar de ser un elemento fácil y dócil de doblegar para lograr nuestros objetivos, luego que fallecemos, el cabello continúa creciendo y se exterioriza triunfante de una batalla.
Florencia Flanagan, quien cuenta con mayor tiempo en el medio artístico, realiza su abordaje mediante un gran tejido de forma efímera, casi a modo de tela de araña que ejecuta en sala exclusivamente para la muestra. Durante los últimos años de su carrera ha reunido personas a través de puntadas en un entorno de diálogo grupal, en su mayoría mujeres, sin ser excluyente. Su obsesión, siempre de sesgo femenino, aborda la mujer con lazos externos, buscando una unión interna que las conecte a pesar de pertenecer a grupos de diferentes procedencias y con distintas inquietudes, actividades y profesiones. Su trabajo es de lenta producción, no por ello menos importante, pues con pequeños pespuntes va trazando una larga historia que también a modo de espiral de la vida va uniendo y comprometiendo a todas, tanto dentro como fuera del círculo. Su formación holística proviene de la meditación y el yoga, los que practica desde hace varios años, tiñendo sus obras de un carácter pausado, meditado y consecuente. Sus trabajos abarcan, envuelven y protegen en todo sentido a la mujer, generando espacios para expresarse. Esto redunda en un fortalecimiento de género y al mismo tiempo, tienen un carácter terapéutico y sanador, pues con ellos se despoja de temores e inquietudes, exteriorizando una obra curativa.
Guadalupe Ayala, polifacética e inquieta, de formación profesional en el ámbito político, trabaja provocada por la fragilidad de la mujer. Recurre a elementos del ámbito donde se ve involucrada y pertenecida desde su nacimiento, moviéndose entre vajillas y objetos estéticos de carácter femenino. Trabaja con piezas de reconocibles estándares de belleza y utilidad como platos, porcelanas, vajillas, cubiertos o adornos los que interviene con marcadas y profundas incisiones por donde emergen elementos que se mueven en forma parasitaria que descontextualizan el mensaje. Para ello usa en forma recurrente, cristales de coches que tritura logrando una masa casi viva, uniforme, que resulta en movimiento al ojo del espectador. Interviene piezas frágiles que estamos acostumbrados a ver y casi no tocar para preservarlas, convirtiéndolas en elementos catalizadores de los afectos que emanan de sus objetos.
El original abordaje de Mayra Da Silva a lo femenino no es menos incriminatorio. Tratándose de una mujer mestiza, hija de padres de diferente color de piel, aborda y analiza la cuestión de la estética desde la dualidad. Llega a su obra a partir de un poema de Jay Hawkins, I Put a (white) spell in you (Te hice un hechizo blanco) que la cautiva y hechiza al mismo tiempo. Despliega un cúmulo de fórmulas mágicas, algunas provenientes de hechiceras, encantamientos que han estado presente a lo largo de la historia para lograr conformar una estética complaciente al medio que va cambiando en función del tiempo y del lugar. Son fórmulas que complacen fundamentalmente la mirada masculina que busca y espera encontrar su mujer de acuerdo con la convención social que lo determina. Mayra vive la obsesión universal femenina donde el fin más preciado es lograr el elixir que permita mantenernos jóvenes y bellos desafiando el paso el tiempo.
En el contexto general de la muestra Creadoras Uruguayas 2020, se puede trazar un hilo conductor que, partiendo de temáticas y abordajes distintos, denote las diferentes inquietudes de las mujeres de cara a la nueva década.
Unas enfocadas hacia la estética, otras conectadas con el lugar que la sociedad les brinda, la sensibilidad y fragilidad de la mujer ha debido mutar para preservar y defender la familia. Esta son temáticas que las unen y empoderan bajo una universalidad común.
Como versátil, inquieta y avasalladora se puede definir a la mujer uruguaya de hoy, características que la muestra pretende transmitir mediante esta propuesta colectiva.
Registro de imágenes y video: Pablo Bielli
- Ana Campanella




- Ana Laura Luján









- Ernestina Pereyra



- Florencia Flanagan









- Guadalupe Ayala












- Mayra Da Silva








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